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Los centros comerciales de Rusia salen en busca de marcas turcas y chinas

Por Jaime Martinez

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Photo Credits: Grandes almacenes GUM de Moscú. Fotografía de archivo.

La precipitada paralización de sus operaciones en la Federación Rusa por parte de las principales marcas occidentales, tanto europeas como norteamericanas, era un escenario tan extremo como no obstante previsto por las principales asociaciones empresariales del país, una vez que, el pasado 24 de febrero, el ejército ruso recibía la orden de invadir Ucrania en el marco de la denominada “operación militar especial” puesta en marcha por el presidente de la Federación, Vladimir Putin. Momento en el que se aceleraban las conversaciones para terminar de perfilar unos planes de contingencia con los que tratar de mitigar el duro impacto que comenzaría a sufrir la economía rusa, una vez que, pasados ya los primeros días de la contienda, comenzaba a verse reflejado que esta no sería ni una operación similar a la que condujo a la anexión de Crimea en 2014 ni una guerra de unos pocos días de duración.

Partiendo de este clima beligerante, y mientras aguardamos a que las conversaciones de paz puedan terminar dando sus frutos poniendo fin a la violencia desatada contra la población ucraniana, desde el punto de vista económico y del otro lado de ese nuevo “telón de acero” que está imponiendo nuevamente esta guerra, los centros comerciales rusos han comenzado a buscar nuevos socios comerciales con los que poder sustituir a las marcas europeas y americanas que han venido operando hasta ahora en sus instalaciones. Marcas entre las que encontramos nombres como los de H&M, Mango, Uniqlo o el de todas las cadenas del Grupo español Inditex, dueño de un portafolio integrado por etiquetas de moda tan conocidas como Zara, Massimo Dutti, Bershka o Pull&Bear, que ya han paralizado, temporalmente, todas sus operaciones en Rusia, en una decisión que podría terminar yendo a más, en función de como continúe desarrollándose el conflicto abierto en Ucrania.

Frente a este panorama, a comienzo ya del mismo mes de marzo, antes incluso de que las principales cadenas internacionales hiciesen públicas sus decisiones de paralizar sus operaciones en Rusia, la Unión de Centros Comerciales del país llevó a cabo una reunión de urgencia liderada por 80 gerentes de los principales centros comerciales de Rusia, en cuyo marco comenzaron a tomarse decisiones con las que poder blindarse ante un escenario cada vez más pesimista. Organizado el pasado 2 de marzo, el encuentro sirvió ya para adoptar las primeras medidas, entre las que se encontraba enviar una delegación que partía esa misma semana rumbo a Turquía, con el objetivo de localizar y captar posibles marcas de interés que sirvieran para ocupar el vacío que pudieran terminar dejando las marcas europeas y occidentales en las instalaciones de los centros comerciales rusos. Mismo objetivo que otra delegación similar, compuesta igualmente por representantes de la misma asociación, perseguirá en un idéntico viaje, en este caso rumbo a China, del que por ahora no se tienen constancia que se haya ya realizado.

Según se encargaba de adelantar Bulat Shakirov, presidente de la Unión de Centros Comerciales de Rusia, al medio de noticias ruso Izvestia, Turquía contaría en estos momentos con más de 200 marcas que podrían ser de interés para los centros comerciales rusos y para sus amplias comunidades de clientes. Estando en estos momentos la perspectiva más negativa que maneja la asociación, añadía Shakirov, en que la guerra en Ucrania pueda terminar liberando entre un 30 y un 40 por ciento del espacio comercial de los centros comerciales rusos. Un espacio que podría suponer una grandísima oportunidad de crecimiento para estas nuevas marcas llegadas de China y de Turquía, en lo que no obstante seguiría dependiendo de cómo continúe afectando el conflicto internamente a la economía de Rusia, y especialmente al poder adquisitivo de su población.

Duras consecuencias para las empresas que salgan de Rusia

Pese a que en un primer momento no estaba todavía claro cómo podría llevarse a cabo exactamente el proceso de reemplazo de unas por las otras, a lo largo de estas últimas semanas por parte del Gobierno ruso presidido por Vladimir Putin, se han comenzado a materializar una serie de medidas en esta dirección. Unas decisiones que se han adoptado en el marco de las medidas excepcionales y anticrisis puestas en marcha desde el Kremlin, con las que parece que mientras con una mano se fuerza a las principales corporaciones europeas y norteamericanas a seguir presentes en la Federación, al menos mientras así sirva de interés al Gobierno ruso, con la otra comienzan a darse pasos para tratar de sustituirlas dentro del mercado ruso, por esas otras nuevas marcas venidas desde China y Turquía.

A este respecto, el primer viceprimer ministro de Rusia, Andrei Belousov, el pasado viernes 4 de marzo realizaba una serie de declaraciones, en las que apuntaba a que el Gobierno ruso tiene como principal objetivo el apoyar la actividad industrial y comercial en la Federación Rusa, así como mantener el empleo y las garantías de todos sus trabajadores. Un mensaje que lanzaba a las firmas y compañías que comenzaban a anunciar el cese de sus operaciones en el país, y a las que advertía de las consecuencias que podría suponer para ellas el no seguir adelante o el rehusar hacer frente a las obligaciones que tienen para con sus trabajadores y la economía rusa.

Así pues, “estamos analizando las declaraciones de las principales autoridades de los estados extranjeros y de empresas específicas que, después de haber realizado grandes inversiones en localizar su producción, no quieren abandonar el mercado ruso, pero hoy se enfrentan a unas presiones políticas sin precedentes por parte de sus propios reguladores”, explicaba Belousov. “Al mismo tiempo”, añadía, “pueden aparecer empresas cuyos accionistas decidan abandonar el mercado ruso”. Punto este para el que se contemplan tres escenarios. El primero, que “la compañía continúe su trabajo completo en Rusia”, mientras “al mismo tiempo, el suministro de materias primas, materiales y componentes necesarios para el proceso de producción se garantiza en su totalidad”, y “se cumplen las obligaciones en materia laboral con los empleados”, sin mayores efectos para la compañía por parte de la Administración rusa. No obstante, se contempla una segunda opción, “en la que los accionistas extranjeros transfieren su participación y la ponen bajo el control de socios rusos”, con los que “posteriormente podrán regresar a nuestro mercado”, en una opción que “ya han aprovechado” algunos inversores rusos.

Mientras tanto, la última opción que se contempla para las empresas extranjeras que actualmente operan en Rusia —y la que más riesgos entrañaría para las multinacionales occidentales—, se dará “cuando la empresa finalmente deje de trabajar en Rusia, cierre la producción y despida a sus empleados”. En estas circunstancias, “intervendremos a través del procedimiento concursal acelerado, puesto que para nosotros la prioridad absoluta es la preservación del empleo y el bienestar social de nuestros ciudadanos, para que empresarios responsables aseguren el funcionamiento eficaz del negocio”, apostillaba Belousov, en lo que se traduce como la expropiación forzada de todos los activos de todas aquellas empresas que decidan forzar su salida de la Federación Rusa.

Photo Credits: Grandes almacenes GUM de Moscú. Fotografía de archivo.

Abriendo las fronteras de Rusia a las importaciones de China y Turquía

Mientras que de este modo el primer viceprimer ministro de Rusia dejaba claras las intenciones del Kremlin de garantizar la permanencia —y esencialmente los puestos de trabajo— de las compañías internacionales, Maxim Reshetnikov, ministro de Desarrollo Económico de Rusia, aseguraba a comienzos de la semana pasada que las firmas internacionales volverían a operar en Rusia tan pronto como pudieran reconstruir sus redes de proveedores. Unas declaraciones de las que ya nos hacíamos eco desde FashionUnited, y con las que Reshetnikov parecía decidido a limitar a estas cuestiones meramente de logística las decisiones adoptadas por las firmas occidentales, negando cualquier posicionamiento ético y contrario a la guerra el que se hayan decidido a paralizar sus operaciones en la Federación Rusa.

No obstante, a pesar de mantenerse en esa línea oficial, ya adelantada por Belousov, de confianza en que de una manera u de otra las principales multinacionales seguirán o volverán pronto a operar en Rusia, Reshetnikov parecía salir a responder al presidente de la Unión de Centros Comerciales de Rusia, y en concreto a las declaraciones que vertía a comienzos de marzo en las que subrayaba que no sería fácil para esas nuevas marcas Turcas y Chinas comenzar a operar en Rusia. Cuestión que habría comenzado a tomar respuesta en el conjunto de decisiones tomadas por el Kremlin, y anunciadas por Reshetnikov, dirigidas a “garantizar la máxima flexibilidad económica y levantar todas las restricciones internas” en el mercado Ruso. “Nuestro actual objetivo es crear el entorno comercial más favorable, para que las empresas puedan tomar medidas rápidas para reconfigurar sus cadenas de suministros e importar productos, incluidos piezas y artículos finales, así como para crear producción aquí”, detallaba Reshetnikov, en lo que no sería sino el anuncio de la apertura de las fronteras rusas a la importación, sin restricciones alguna, de toda clase de artículos y productos.

Entre ellos, las colecciones de moda y complementos de esas firmas procedentes de Turquía y de China, que ahora se encuentran con una alfombra roja para desembarcar en Rusia, en lo que sería el primer paso para, a partir de ahí, y según sigan desarrollándose los acontecimientos, comenzar a ocupar el lugar que puedan terminar dejando vacío los grupos de la moda europeos y occidentales. Compañías que por el momento, en su práctica mayoría que nos conste, se han reafirmado en su compromiso de seguir haciendo frente a sus obligaciones hacia con sus trabajadores en Rusia, en una postura que la propia Unión de Centros Comerciales de Rusia contempla que pueda terminar variando, en una acción que terminará teniendo unos más que considerables efectos tanto para los trabajadores, como para unas compañías que verían peligrar sus opciones de incluso poder volver a operar en el mercado ruso.

Cambios en los contratos de arrendamiento

Con una amplia mayoría de sus principales locales comerciales cerrados, pero no obstante todavía en alquiler y con contratos de arrendamiento en vigor, lejos de aguardar a la espera del curso que tomen los acontecimientos, los centros comerciales rusos han seguido tomando posiciones, incluso más allá de salir a esa búsqueda de nuevas marcas turcas y chinas que tener en reserva ante la posible salida de los principales operadores de la moda europeos y norteamericanos. En esta ocasión, mediante la puesta en marcha de una decidida campaña para entrar a renegociar el alquiler de los locales ocupados por aquellos minoristas que han cesado, al menos por el momento, sus operaciones en Rusia.

Tras una importante batalla por parte de los mismos propietarios de los centros comerciales, a día de hoy el alquiler de los locales que ocupan las principales compañías internacionales minoristas en el interior de estos espacios en Rusia, va ligado a un porcentaje que varía en función de sus ingresos. Una modalidad variable vinculada a sus cifras de facturación, que ahora las direcciones de los mismos centros comerciales, en una decisión que habría recibido el apoyo del Kremlin, están tratando de volver a modificar, para imponer nuevamente un pago fijo por el alquiler de los espacios. Una decisión que estarían tratando de consensuar junto a sus principales arrendatarios, con el fin de corregir los posibles vacíos que pudieran darse en sus contratos en el capítulo de un precio del alquiler cuya parte variable se habría reducido a cero, tras su decisión de cesar temporalmente sus operaciones.

Photo Credits: Grandes almacenes GUM de Moscú. Fotografía de archivo.

Según se encargaba de anunciar a este respecto el mismo Shakirov, presidente de la Unión de Centros Comerciales de Rusia, a comienzos de la semana pasada, los centros comerciales rusos estarían ya en conversaciones con cerca de unos 150 minoristas extranjeros, a los que se les obligará a abonar una cuota fija en concepto de alquiler. Un precio que se habría fijado en función de los registros de 2021, y al que deberán de hacer frente como requisito previo a poder volver a reanudar sus operaciones en la Federación Rusa. Contemplándose por parte de la gerencia de los centros, en el caso de negarse, la interposición de demandas por daños y perjuicios contra aquellas empresas que no estén de acuerdo con las condiciones que se propongan, así como a posibles multas por parte de los propietarios en las que se podrían hasta contemplar su negativa a seguir arrendando sus espacios a la compañía en cuestión. Un extremo este tras el que podría abrirse la puerta a la entrada en el mercado ruso de esas nuevas marcas turcas y chinas.

“A finales de febrero, nuestros socios comerciales ingresaron el anticipo del mes de marzo, ahora nos acercamos a la fecha límite en la que las empresas deben de pagar el mes completo” y, “hasta el momento”, “los centros comerciales no se han encontrado con empresas que se hayan negado a pagar”, explicaba Shakirov hace escasamente unos días. Mientras tanto, ya el alquiler de abril deberá tener una tasa fija, que se calculará en función de la tarifa mensual promedia de 2021, apuntaba Shakirov, al tiempo que subrayaba cómo “discutimos esta iniciativa con el Gobierno, y nos apoyan”.

De cara a establecer esas nuevas tasas, especialistas como Izvestia Marina Malakhatko, directora del área minorista de la consultora CBRE, en su delegación en Rusia, aconsejan a los propietarios de los centros comerciales aprovechar estos momentos de coyuntura para reforzar el “compromiso” con sus clientes, estableciendo tarifas reducidas de hasta un máximo del 70 por ciento de la factura media mensual para los nuevos alquileres en modalidad fija. De lo contrario, “la falta de liquidez simplemente les impedirá” reabrir sus tiendas a muchas de ellas en “dos o tres meses”. “Exigir el pago del 100 por cien a los propietarios es en estos momentos es de miope”, añade Malakhatko. “Las marcas han aprendido lecciones del pasado, y querrán trabajar con aquellos que se han mostrado leales durante un periodo difícil” como el actual.

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