Louis Vuitton: vuelta a casa

Formando parte, una edición más, de la lista de desfiles clave del calendario oficial de la Semana de la Moda de París, este lunes 6 de marzo Louis Vuitton presentaba la nueva colección de su línea femenina para la próxima temporada de Otoño/Invierno de 2023. Una propuesta nuevamente firmada por el talentosísimo Nicolas Ghesquière, director creativo de las colecciones de mujer de Louis Vuitton desde su sonada salida en 2012 de Balenciaga, y colección que ha terminado elevándose en forma de una firme alegoría en defensa y reivindicación de la inconmensurabilidad de aquello que podríamos definir, al menos a través de la palabra, como “el estilo francés”.

Siguiendo a este respecto tratando de continuar ensalzando, y profundizando, en esa misma “alma viajera” que desde Louis Vuitton atesoran como principio inamovible de sus valores y principios como casa de modas, después de llevarnos de la mano a través de las estrellas y de todo un sinfín de referencias culturalesk surgidas de los más distintos ámbitos y alejadas regiones del mundo, el diseñador francés parece haberse decidido a emprender, momentáneamente, un alto en el camino, poniendo rumbo a casa. Una casa que en lo que atañe a esta colección es sinónimo de esa Francia de la que son oriundos tanto Ghesquière como la misma Louis Vuitton, y que el diseñador se ha abierto a redescubrir con nuevos ojos, entrando a reinterpretar las distintas acepciones y significados con los que permanentemente se trata de entrar a definir “lo francés”. Una extensión de la palabra que, en lo que respecta a su etimología aplicada al ámbito de la moda, termina adquiriendo esa incuantificable dimensión de lo “chic” tan imposible de definir, como placentera de disfrutar en piezas y estilismos. Estilismos tan deliciosos como los que ha terminado ideando Ghesquière para esta colección, alumbrada por todo ese histórico “savoir faire” del que tradicionalmente viene haciendo buena gala la firma francesa, y que logra alcanzar en esta propuesta un nuevo grado de delicadeza y elegancia.

“¿Qué es el estilo francés?”, se autoinquieren desde Louis Vuitton. “La pregunta en sí misma es un enigma que despierta una fascinación infinita”, provocada por “una moda irresoluta que descansa sobre la base oximorónica de una tradición audaz”. Unos principios contrapuestos, que se encargan de dar un carácter único a “una moda en evolución” en la que, como “un palimpsesto marcado por múltiples corrientes venidas de todas partes”, las “normas de la costura” terminan por “abrazar una asombrosa mezcla de culturas”, para dar lugar a “lo que se conoce como ‘la excepción francesa’”, término desde el que se trata de subrayar la combinación de factores culturales, sociales y artísticos que contribuyen a hacer de Francia un país con un alma propia. “Este estilo es de un magnetismo inefable que todavía intriga al mundo”, en lo que no deja igualmente de “resultar paradójico”, al construirse en forma de una “sofisticación con aires diletantes”. Como resultado, “el ‘allure’ francés resulta en un trampantojo”, apuntan desde Louis Vuitton, cuyo “toque” “nunca deja de cautivar”.

Con los colores nacionales de Francia por tendencia

Partiendo de este modo de esa alma “chic” extensible a todo el conjunto de la actitud francesa hacia con la moda, actitud que trasciende de lo que son las propias prendas de vestir, Ghesquière ha presentado una colección construida sobre una fina paleta cromática, armada a base de otoñales tonalidades en grises plomo, negros, beige, verdes y marrones, con acentos en azules y cobrizos. Una paleta a la que han terminado por aportar un encendido toque de color, la presencia de distintos complementos, acabados y estampados, realizados en una combinación de azul, blanco y rojo. Colores que son los colores que alumbran la bandera nacional de Francia, y que se presentan aquí reforzando ese discurso de revisitación del “estilo francés” que se encarga de actuar de hilo conductor sobre el que sostiene el conjunto de la colección.

En cuanto al resto de las características y detalles de esta colección, sobre la pasarela instalada en el interior del parisino Musée d’Orsay, espacio al que nuevamente a terminado recurriendo Louis Vuitton para la presentación de una de sus colecciones, se disfrutaron del ir y venir de cuidados estilismos, en un viaje que arrancaba con una sucesión de blazers plisados, quién sabe si inspirados en las corrientes neoclásicas que recorren de extremo a extremo la ciudad de París, para desde ahí avanzar a creaciones como ese conjunto blanco de inspiración años 60 y en el “futurismo” más propio de Pierre Cardin. Referencias todas ellas a una historia de París, de Francia y de la misma moda francesa, que continuaron de la mano de estilismos como esos conjuntos aparentemente inspirados en los uniformes de los camareros de los célebres cafés de París, o de esa sucesión de prendas arquitectónicas de líneas tanto orgánicas como geométricas, que parecían venir a hablarnos para reivindicar el “hambre” de experimentación que se vivía por aquelParís de las vanguardias de los años 20. Todo, para terminar finalizando con una sucesión de prendas de inspiración oriental, en forma de quimonos y estampados florales.

La presencia de estos motivos dentro de la colección, parece mostrarse a todas luces como una suerte de guiño hacia las corrientes estilísticas de los países de oriente, en lo que termina adquiriendo la forma de invitación ofrecida para que el conjunto de todas las culturas, de oriente y occidente, terminen por reunirse en París, de cara a los próximos Juegos Olímpicos. Unas celebraciones que está programado que arranquen el próximo 26 de julio de 2024, y para las que desde Louis Vuitton parecen decididos a aportar su granito de arena, contribuyendo a fomentar el orgullo nacional francés alimentando a sus símbolos y colores nacionales como nueva tendencia dentro de la escena de la moda.