Níveo Valentino

Madrid – Níveo guarda hacia con la nieve la esencia de su fría blancura, en una combinación de adjetivos que, para más mal que bien, terminaron por igualmente caracterizar a la última colección de moda masculina de la casa Valentino, para la próxima temporada Primavera/Verano 2024. Una propuesta con la que la icónica casa italiana se ha encargado de inaugurar esta última edición de la Semana de la Moda Masculina de Milán, regresando después de tres años de presentaciones combinadas de sus líneas masculina y femenina a organizar un desfile en solitario protagonizado por una colección de moda-hombre.

Precisamente sea seguramente por ello, por la máxima expectación generada y por la historia reciente que la casa ha conseguido firmar para dentro de sus colecciones de mujer, lo que ha terminado enfriando la recepción y la impresión que han despertado los nuevos modelos de indumentaria masculina presentados por la casa de moda italiana. Unos diseños que han llegado una vez más firmados por el brillante Pierpaolo Piccioli, diseñador y director creativo al frente en solitario de Valentino desde la salida de Maria Grazia Chiuri y su fichaje por Dior en 2016, y de quien no obstante no podemos asegurar que haya con esta terminado de presentar su mejor trabajo al frente de la firma de moda italiana. No después de revolucionar al mundo de la moda con su colección “rosa Valentino” para esta última temporada Otoño/Invierno de 2022/2023, presentada en marzo de 2022, o de hacer “lo imposible” al llevar la Alta Costura al hombre con su colección “Le Club Couture” para esta misma temporada Primavera/Verano SS23.

Una colección esta última que la casa italiana presentaba desde París a finales del pasado mes de enero, y desde la que nos descubría a una moda masculina tan masculina como atrevida y descarada, en unas máximas que no obstante han terminado diluyéndose dentro de esta colección de su línea de prêt-à-porter para hombre. Una propuesta que ha llegado, como no podía ser de otro modo, brillantemente ejecutada por los talleres de confección de la casa, y eso sí conteniendo una serie de piezas clave que sí merecen nuestra especial atención, en una aportación que se descubre como indispensable para terminar de sostener el atractivo de la colección. Una suma de piezas de indumentaria sobre las que desde la dirección de Valentino vienen a apuntar en su intención de llegar para redefinir la identidad masculina, en un compromiso para el que nos habría gustado la misma decisión que la mostrada por la casa italiana en sus inmediatamente anteriores propuestas.

Así pues, y desde el claustro central de la Universidad de Milán, situada a escasos metros del Palacio Real y del Duomo de la capital de la Lombardía, la colección hacía su aparición en “un momento” que se está mostrando propicio “para redefinir una identidad masculina, para reexaminar el significado de la masculinidad y descubrir una perspectiva nueva y moderna”. Unos compromisos que, defienden desde la dirección de Valentino entrando a describir esta propuesta, Pierpaolo Piccioli ha tratado de sostener abriéndose a “reconsiderar su definición” para el tiempo “presente”; para “la vida de los hombres, la vida de su ropa” y para “la realidad de la masculinidad hoy”.

Un tibio ejercicio (no carente de talento) de reconstrucción de la identidad masculina

Intentando de responder a esas máximas aspiraciones frente a las que pretendía alcanzar a cumplir la colección, la casa presentaba una propuesta asentada sobre la misma amplia paleta cromática que viene protagonizando su espectro cromático durante esta era bajo la dirección del diseñador romano. Una paleta donde abundan la presencia de esos mismos níveos blancos a los que ya hemos hecho referencia, pero entendidos aquí como una hoja en blanco tras cuya presencia sobre la pasarela, la casa pasaba a pintar esa pretendida nueva masculinidad, recurriendo para ello a tonalidades grises, negras, azules klein, marrones, rojos, borgoñas, verdes, aguamarinas y a ese mismo “rosa Valentino” que ha pasado ya a ser un nuevo color representativo de la firma.

Sobre este espectro cromático, terminaban por desfilar desde el patio de la Universidad de Milán unas piezas bien arraigadas en los principios de la sastrería masculina, contextualizada y adaptada eso sí a los actuales tiempos modernos. Un ejercicio no carente ni mucho menos de talento, pero que eso sí, y en línea con lo apuntado, terminaba devolviendo la imagen de prendas y de unos estilismos ya vividos, y que no terminaban de hablar de la identidad de ningún nuevo “hombre Valentino”, o no de al menos de ninguno con algo realmente interesante que contar, en cuanto a estética se refiere. Un “frío” interés que resultaría en parte también como consecuencia de que, lejos de terminar de poner el foco en esa aproximación entre lo masculino y lo femenino que ya le deseamos a todo ejercicio que trate de dibujarnos unas nuevas identidades masculinas, la casa ha terminado en contra por depositar su atención en, primero, tratar de borrar el carácter elitista de la sastrería —algo muy difícil de defender desde la posición de una casa de modas como Valentino enfocada al sector del lujo—, y segundo, de rejuvenecerla dotándola de notas aniñadas.

Unas intenciones estas últimas que han dado paso a esa amplia serie de combinaciones y estilismo, protagonizados por una amplia diferencia de pantalones cortos en combinación con toda clase de camisas, chaquetas o abrigos. Unas prendas, los pantalones cortos, que terminaban así por ocupar el lugar central entre las piezas de esta colección, de entre la que igualmente situamos como piezas clave desde a esa versión, brillante, de pantalón corto reconstituido en falda con abertura central, a ese abrigo/capa en una suerte de tejido de guipur, o al estampado en esa combinación black&white de motivos florales. Misma inspiración seguida para decorar toda clase de camisas y de abrigos, entre ellos esa chaqueta verde hierba recubierta de flores blancas en tres dimensiones, que igualmente se destaca como una de las piezas más relevantes de la colección.

“Trabajar dentro de los límites de las tradiciones permite cuestionar las convenciones, romper las reglas, activar cambios desde dentro”, defienden desde Valentino, en unas afirmaciones con las que parecen venir en parte a justificar la tibieza ejercida sobre esta colección, para unas intenciones que, podría ser o no, se mostrarían mucho más ambiciosas que las mostradas en esta ocasión. Así pues, y en lo que respecta a esta colección, “los contextos transformados pueden cambiar la percepción de que la sastrería, que alguna vez fue emblemática del poder y el éxito, ahora puede ser usada por una nueva generación como una expresión de individualidad”, apuntan en relación a esa supuesta “democratización” de la sastrería de la que parecen presentarse como garantes. Una nueva sastrería moderna, que presentan en forma de una combinación de americanas y de abrigos, que “se llevan con pantalones cortos”, con lo que “se suavizan y se hacen más informales, añadiendo una nota joven y enérgica”. “La prendas clásicas para el trabajo, los uniformes familiares de la virilidad, se tratan con delicadeza, mientras que las formas de toda la colección evolucionan sutilmente, modificándose casi imperceptiblemente en partes, para transformar el conjunto”. Todo, bajo la atenta mirada de un “algodón puro”, en forma de tejido de dril, popelina y algodón doble, que “se eleva” y “se ofrece con una nueva nobleza”.