Loewe, en el paraíso terrenal de Albert York
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Madrid – Cita ya consagrada de cada nueva edición de la Semana de la Moda de París, la española Loewe aterrizaba sobre la pasarela parisina este pasado 1 de marzo para presentar su última colección de mujer para la temporada Otoño/Invierno 2024/2025. Una propuesta que llegaba marcada e inspirada por la obra del pintor estadounidense Albert York, y por su mensaje vitalista en defensa y alegoría del mundo terrenal que nos envuelve.
Presentada como una de las principales propuestas de la jornada del viernes de esta nueva edición de Paris Fashion Week, es de reconocer la brillante labor que a lo largo de estos años ha logrado desempeñar el británico Jonathan Anderson para la hora de lograr completar el relanzamiento de Loewe, hasta el punto de convertir cada nueva presentación de la histórica casa de modas y de marroquinería española en una citada cada vez más ineludible para los profesionales y amantes de la moda. Un hecho que volvió a marcar a esta última presentación en París, desde un particularmente singular desfile organizado en el interior del deslumbrante Château de Vincennes, al que no quisieron faltar figuras tan conocidas, tanto de dentro como de fuera de la industria, como las del músico estadounidense Pharrell Williams, actual director creativo de la línea masculina de Louis Vuitton; el cantante canadiense Shaw Mendes; o la de la actriz estadounidense Catherine O’Hara, la británica Lesley Manville, la australiana Sophie Wilde, la francesa Eva Green, la irlandesa Alison Oliver y la española Úrsula Corberó. Un plantel tan variado de nacionalidades como de edades el que llegaron para representar este grupo de ilustres invitadas al desfile, que no hicieron más que contribuir a perfilar y a evidenciar con su asistencia el que es hoy el igualmente amplio espectro de público al que se dirige la Loewe de Anderson, como bien el mismo creativo y la misma casa de modas española, integrada dentro de la cartera del holding internacional francés LVMH, se encargaron de enfatizar desde su última campaña para este Otoño/Invierno, protagonizada por la icónica, e incombustible, Maggie Smith.
Figuras del “front row” ya al margen del valor de la colección, siguiendo con el perfil ya instaurado para cada nueva presentación de Loewe desde que Anderson accediera a su dirección creativa en 2013, la colección volvió a formar un “uno solo” junto a su desfile de presentación. Una compleja atmósfera que terminaba descubriéndose así puesta al servicio del mensaje, estético e inspirador, sobre el que Anderson ha terminado por asentar esta última colección de mujer de Loewe para la próxima temporada Otoño/Invierno de 2024/2025, y que comenzaba a descubrirse con la misma elección del Château de Vincennes como espacio para la celebración del desfile. Toda una poética construcción medieval ubicada a las afueras de París, en cuyo interior la casa española construyó una suerte de pabellón, al tiempo pabellón que recreaba las salas de un museo, como al tiempo lo hacía de un bucólico laberinto de esos que tanto gustaban de albergar en sus castillos y châteaus las aristocracias y clases pudientes francesas y británicas. Una mágica construcción a todas luces, de cuyas paredes, bañadas de un profundo verde-bosque, tonalidad extraída como principal tonalidad clave de la paleta del artista, terminaron por quedar prendidas hasta un total de 18 obras del artista estadounidense Albert York. Figura cuyas obras y mensaje en defensa de la belleza del mundo en el que habitamos ha convertido Anderson en el eje vertebrador de esta colección, al tiempo que la funde y la pone a dialogar tanto con su universo creativo y con su imaginario, colmado de referencias al mundo anglosajón y a sus instituciones, tradiciones e historia; como con el mismo legado y la historia de Loewe como casa de creaciones únicas y artesanales, especializada en trabajos en piel y de marroquinería.
Parafraseando precisamente al mismo Albert York, desde Loewe recuperan una cita del célebre artista estadounidense, conocido por sus pinturas de pequeñas tallas protagonizadas por representaciones de paisajes idílicos y por naturalezas muertas florales, a modo de síntesis del sentido de esta colección: “Creo que vivimos en un paraíso. Este es un Jardín del Edén. De verdad. Lo es. Podría ser de hecho el único paraíso que conoceremos. Y es tan hermoso. Y sientes que quieres pintarlo”. Unas palabras desde las que la casa de moda española termina por desnudar cómo Jonathan Anderson, en esta ocasión, ha decidido abordar el desarrollo de esta propuesta a modo de un “estudio” sobre los orígenes de la obra del artista, y sobre cómo resulta “relevante hoy”, tanto su obra como el mensaje que se oculta tras ella, resumido en estas palabras, por parte de una sociedad cada vez más concienciada del deber de preservar el entorno que la rodea, y por tanto, de la mágica singularidad con la que nos envuelve el mundo natural y este universo terrenal en el que existimos y vivimos.
Entra la feminidad de la Alta Costura, y la masculinidad de la sastrería a medida
Entrando ya a profundizar en cómo Anderson ha terminado por dar forma a estas intenciones y a toda esa poética, de una manera formal, en primer lugar destacaremos cómo la colección se asienta sobre una paleta cromática inspirada en la obra del mismo artista estadounidense, y construida en respuesta a partir de marrones tierra y arena, negros, verdes bosque, azules cielo y turquesas. Tonalidades que terminan por adquirir una mayor profundidad gracias con ligeros acentos en rojo, rosas y amarillos.
Más allá de estas coloraciones, pero valiéndose al tiempo de las mismas, tres son las “pulsiones” principales que podríamos terminar por identificar como las que se encargan de hilar brillantemente el conjunto de esta propuesta. Teniendo así de un lado y en primer lugar, y como ya veníamos señalando, a las mismas obras de Albert York, que Anderson no duda en plasmar y en tratar de revisitar gráficamente a través de las piezas de esta colección, mediante toda una amplia variedad de motivos animales y orgánicos, entre los que no faltan ilustraciones en forma de estampados florales, de perros o de aves. Dibujos con los que el británico parece decidido a querer invitarnos a salir a disfrutar de una perfecta jornada al aire libre sobre la campiña y bajo el cielo descubierto de cualquier rincón del mundo, proponiéndonos para ello un armario surgido de la fusión de los principales valores de la Alta Costura francesa, con la mejor sastrería británica. Una combinación entre la máxima expresión creativa, en moda, puesta al servicio de la mujer, y la máxima expresión tradicional de la costura artesanal, puesta la servicio del hombre, que al tiempo además se nos presenta como un primer guiño hacia ese imaginario propio de Anderson como modista británico, y que el mismo creativo termina de explotar mediante la introducción de motivos como ese estampado en tartán o con patrones de líneas chaqué en esta colección de mujer. Una por tanto segunda pulsión “british” la de esta colección, junto a la que, y ya para completarla, nos encontraríamos con esa pulsión “española”, con la que el británico termina por rendir honores a los orígenes de la casa Loewe como casa especializada en el trabajo en piel y en artículos de marroquinería. Un saber hacer que ya la llevó a ser distinguida como casa proveedora de la Casa Real española en 1905, y al que Anderson, en esta colección, ha rendido tributo, tanto a través de nuevos diseños en fina piel, como de referencias a su trabajo histórico con pieles de tan gran belleza y calidad como la piel de avestruz, rememorada aquí en el contexto de esta propuesta mediante un estampado en imitación en degradé.
En respuesta, y armadas sobre esta serie de puntos esenciales y compartidos, como piezas especialmente claves y sugerentes de esta colección, la propuesta arrancaba su presentación sobre la pasarela del Château de Vincennes, de la mano de un floral vestido túnica de líneas fluidas, “intervenido” en la cintura con una gran hebilla y cinturón de cuero. Un diseño en torno al que ya terminaban por verse expuestas esas tres “pulsiones” sobre la que hacíamos mención a que se asienta la colección, con la obra de York representada en su estampado, con las intenciones de Anderson de fusionar la Alta Costura francesa y la sastrería británica en su disruptivo patrón, y con la historia de Loewe tomando forma en esa hebilla-cinturón; pieza tras la que fueron descubriéndose sobre la pasarela diseños de igual originalidad, como esos conjuntos de abrigo chaqué y pantalones “palazzo”; unos vaqueros denim de acabo descolorido y de amplios volúmenes; unos minimalistas vestidos cortos de agudizadas líneas trapecio; ese conjunto bordado en efecto piel de avestruz; un vestido desestructurado con motivo floral bordado con cuentas de líneas caviar —uno de los elementos decorativos más utilizados en el conjunto de esta propuesta—; o ese vestido saco en tartán, motivo construido a partir de un suma de flecos sobre la superficie de la pieza. Siendo igualmente destacables desde el jersey “efecto nube”, a las blusas efecto bolsa; los vestidos de corte globo; o los conjuntos de líneas “boxer”, presentes y entendidos como el nexo de unión entre ese universo femenino de la Alta Costura y de la tradicional sastrería masculina entre los que se tensiona el conjunto de la colección.
“Al explorar las ideas de la sastrería y de la alta costura, ambas prerrogativas y con unos lenguajes a medida, una masculina y la otra femenina, ambas se mezclan”, dando paso a “chaquetas impecables y pantalones fluidos; a corbatas y vestidos cortos esculturales; a cortes rectos y a drapeados”; explican desde la misma Loewe a través de una nota. De este modo, se “subvierten las metáforas de clase y de riqueza, a través de la mirada distintiva” de la casa, fusionando a un mismo tiempo “franqueza y abstracción”. Cualidades que terminan por explorar en forma del “aplomo de un chaqué de Eton; de un querido perro en mosaico sobre un circulo, o sobre un vestido entero; en tallas de madera que se convierten en cuellos de abrigo; de un tapiz floral bordado con pedrería en vestidos o en los estampados de los pantalones”, y de “una profusión de pedrería de cuencas de caviar, ya no sólo en la ropa, sino también en botas de y en los bolsos ‘Squeeze’”. Todo, al tiempo que la “quintaesencia del universo Loewe, en el que el cuero y todo lo que lo envuelven son de una importancia capital”, explota en forma de “cazadoras de napa drapeadas, chaquetas de aviador de cuero, de un bolso ‘Flamenco Purse’ que se presenta en un nuevo tamaño grande”, y de una piel de avestruz, revisitada en forma de un “estampado al ‘trompe l’oeil’ hiperrealista”.
A modo de síntesis, ensalzan desde Loewe, desde el conjunto de esta colección lo que se han descubierto son unas prendas y es una moda con “presencia”, que “celebra el estar en el momento”. Una filosofía sobre lo vital que resulta el buscar y el querer vivir la singularidad de cada momento, desde a la que a su vez se celebra, apostillan, ese “sentimiento de Albert York sobre que el verdadero paraíso es el que habitamos, y el privilegio que representa estar vivo”.