Valentino y la brillantez en la indefinición
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Madrid – El que uno pueda resultar brillante en la tarea que se le tiene encomendada, no significa ni implica el que realmente sea consciente de aquello que está realizando, ni el que sus creaciones se deban encontrar sujetas a unas firmes intenciones que justifiquen su mera razón de existir. Y todo esto es lo que en cierto modo terminó por revelarse en torno a la última colección de Alta Costura firmada por el italiano Pierpaolo Piccioli como director creativo de Valentino.
Llegando para poner el broche final a la tercera jornada de desfiles de esta última edición de la Semana de la Alta Costura de París, el diseñador italiano creaba una última colección de Alta Costura para Valentino, para la próxima temporada Otoño/Invierno de 2023/2024. Una propuesta que, como bien puede empezar a percibirse desde el encabezado de esta nota crítica sobre la colección, nadó sobre una indefinición de conceptos que ni mucho menos entra ni supone el cuestionar la valía de las piezas diseñadas por creativo. Un conjunto de diseños desde los que volvió a hacer patente sus intenciones, ya consolidadas dentro de la escena de la moda con las apuestas que en su misma dirección han dado ya otras casas de moda, de abrir la Alta Costura a una producción de género fluido, con piezas tanto de naturaleza genderless como especialmente diseñadas para un público femenino y masculino. Acepciones todas ellas ante las que terminaron por responder el conjunto de los diseños de esta colección, cuya naturaleza y valor creativo no entramos a cuestionar, no tanto así el pretendido mensaje por la “democratización” de la Alta Costura que tanto el diseñador italiano como la dirección de la casa presumen de venir a reivindicar con esta propuesta, en una intención que es la que precisamente llevó a la elección del Château de Chantilly, a las afueras de París, como espacio para llevar a cabo el desfile de presentación de la colección.
Tomándolo como testigo, no de sí mismo sino del conjunto de “châteaux” que durante largo tiempo, y desde su misma invención, sirvieron de refugio y entorno a las clases más pudientes y adineradas, en una aproximación pareja a la de la misma Alta Costura, el palacio se aborda “como una idea, una representación, una metáfora”, defienden desde Valentino. No se trata así del “Château” de Chantilly, sino de “un Château”, que se presenta como “un ambiente no anclado a geografías o épocas”, sino como “expresión de una idea de la vida” y como “un símbolo que se tiene que analizar, poner en tela de juicio y luego redefinir”.
Según a este respecto argumentan desde Valentino, para Pierpaolo Piccioli se trata esta de “una entidad metafísica, un contexto que se puede recontextualizar”. “Testigo de una época pasada, este espacio atesora las huellas de las vidas vividas en su interior”, y “antaño emblema de elitismo y estatus, actualmente un Château puede renegar de su propia historia para recalibrarse”. “Sin nombre y universal, un Château puede existir como lugar para todo el mundo, puede convertirse en un fórum para una nueva igualdad y una celebración de la belleza, la unicidad y la libertad”. Catalogaciones que parecen pretender extender hacia la propia “recontextualización” que parecen decididos desde Valentino a practicar sobre la Alta Costura, en una apuesta por su democratización y apertura, que falla de partida al entrar en directa oposición por ese mismo valor elitista y de estatus que precisamente la marca, como marca, reivindica desde sus colección con el nombre de Valentino, acompañado de una horquilla de precios especialmente difícil de asumir por la mayoría de los mortales. Lo que no quita para que desde la casa traten de ampliar las bases de su público y de abrirse a las nuevas generaciones de consumidores, ni para que desde aquí señalemos esa indefinición de ideas y de conceptos a la que se llega en el momento en el que se pretende, y solamente se pretende de palabra, recontextualizar y “democratizar” la Alta Costura. Un ambiente que eso sí ha pasado a abrirse y a trascender mucho más allá de los salones de las grandes casas de la moda, haciéndose inclusive más accesible a partir de nuevas prácticas de consumo como pueden ser las del alquiler y la reventa, pero que se sigue sosteniendo sobre su aura de exclusividad.
Entre bordados y plumas, con referencias a Balenciaga y a Josep Font
Al margen de estas cuestiones, que más tiene que hablar de la estrategia comercial que se aspira a acelerar en la dirección de la casa que con el valor de las piezas presentadas, esta última colección de Alta Costura de Valentino volvió merecidamente a destacarse dentro de todas las presentadas en el marco de esta Semana de la Alta Costura de París, como una perfecta combinación de primorosas creaciones artesanales de Alta Costura, y de piezas venidas de la escena de la moda más urbana y casual, reconstruidas a partir de la tradición artesanal de la que sigue siendo la esfera más elevada de la producción de moda.
Empezando por analizar el carácter estilístico y creativo de la colección, la propuesta se mostró construida sobre la ya tan vibrante como característica paleta cromática de Valentino, con una amplia presencia de blancos, azules, tonalidades tierra, rosas, rojos, verdes bosque y verdes menta, ocres y lavandas. Coloraciones que terminaron por compartir protagonismo con el acabado en plata metalizada y en oro que mostraron algunos de los diseños, detalles y complementos de esta colección, así como con la rica variedad de texturas de una propuesta que especialmente sobresalió por la originalidad y el atractivo de sus bordados, incrustaciones de pedrería y de plumas.
A partir de esta base de elementos y características, la colección se desnudó en forma de una sucesión de prendas que empezaron a desfilar sobre la improvisada pasarela construida en los jardines del Château de Chantilly, comenzado por un conjunto de jeans y de camisa blanca, que se encargó de lucir la modelo y actriz estadounidense Kaia Gerber. Un conjunto que se terminó de erigir así en una clara declaración de intenciones de esos esfuerzos que se están llevando a cabo desde la dirección de Valentino por tratar de aproximar la imagen de la casa a la de las nuevas generaciones de consumidores de lujo, que a pesar de su naturaleza “casual” adquiría un nuevo estatus como creación de alta costura, ya no solamente por la fineza de sus patrones, sino por la labor practicada para la incrustación de las distintas piedras centelleantes que se han terminado incrustando sobre la superficie de los vaqueros.
A partir de esta pieza, siguieron desfilando sobre la pasarela creaciones de entre las que se destacaron los vestidos y los distintos conjuntos fluidos de corte túnica, ese abrigo marrón chocolate recubierto de piezas de strass, la más que original chaqueta con capucha, el conjunto rosa con capa calada en blanco, los vestidos de naturaleza “cut-out”, las prendas con grandes estampados de inspiración botánica, la revisitación practicada a la tradicional capa de armiño vinculada a la realeza, el fluido conjunto metalizado de pantalón y capa efecto mercurio, o los deslumbrantes vestidos con capa en terciopelo azul klein y en corte lencero y color ocre que se terminaron de mostrar, en conjunto con una capa de lentejuelas plateada y de un abrigo asimétrico repleto de flores bordadas en tres dimensiones, respectivamente.
Desde entre esta piezas especialmente singulares diseñadas al abrigo de esta colección, también es merecido el destacar, por diferentes motivos, el hipnótico conjunto en una suerte de redefinición del tejido de chantilly, el sedoso vestido “rojo Valentino” construido a partir de lo que se vislumbra como un grácil juego de pliegues “sin mayor complicación”, o las diferentes, y en ocasiones más que claras, referencias hechas a la obra de Cristóbal Balenciaga. Creativo que se vio nuevamente homenajeado en esta colección con una revisitación a su vestido de corte globo, y más especialmente a esa composición de inspiración floral que se encargase de inmortalizar Irving Penn. Unas referencias al maestro de Getaria que no dejan de resultar demasiado directas, en lo que casualmente llegó sostenido a lo largo de toda la colección de unas singulares sandalias planas y punta en “stiletto” con gran lazada superior, que igualmente rememoran de forma clara a las, si no prácticamente idénticas sí de similar efecto, sandalias que crease para Delpozo el diseñador Josep Font. Creativo a cuya trayectoria precisamente el Museo Balenciaga de Getaria viene dedicando una retrospectiva con su exposición temporal “Josep Font. Belleza e inquietud”, tratando desde ella de poner en valor la serie de concomitancias que compartirían ambos maestros de la moda española, en una apreciación que parecen compartir desde Valentino, como demuestra el que hayan terminado de reunir claras referencias a ambos creadores dentro de esta colección de Alta Costura.