Dior: tributo a Joséphine Baker y a la mujer racial, entre flecos y tonos champagne
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Siguiendo con el programa de esta nueva edición de la Semana de la Alta Costura de París, entre las principales citas del calendario señaladas para su jornada inaugural, tenía lugar este lunes 24 de enero el desfile de presentación de la colección de Alta Costura de Dior para la próxima temporada Primavera/Verano de 2023. Una propuesta diseñada por la italiana Maria Grazia Chiuri, directora creativa de las colecciones femeninas de la maison desde julio de 2016, desde la cual la célebre casa de modas se abría a rendir homenaje a la figura de la legendaria artista Joséphine Baker, al tiempo que ha terminado presentando un nuevo panteón de figuras femeninas, con el que tratan de reconocer la influencia y el legado que lograron dejar tras de sí un destacadísimo grupo de mujeres de raza negra y mixta.
Para dar forma y un mayor sentido a este personal tributo que Chiuri ha decidido dedicarles, a través de esta colección, a este variopinto grupo de figuras icónicas dentro de la feminidad, un impulso que hay que situar en el permanente empeño que la diseñadora italiana pone por buscar “empoderar” a la mujer a través de sus colecciones, la modista se ha rodeado, como igualmente viene siendo habitual en su manera de trabajar, de un igualmente destacado grupo de reconocidas artistas y artesanas. Unas colaboradoras entre las que encontramos a la artista afroamericana Mickaela Thomas, quien había colaborado ya previamente con la diseñadora en el marco de la colección crucero de Dior de 2020, presentada en Marrakech a finales de abril de 2019, así como con el colectivo de artesanas de los talleres y de la escuela de capacitación en la técnica del bordado Chanakya de la India. Organización que ya forma parte igualmente de los colaboradores habituales de la maison, tanto dentro como fuera de la pasarela, y cuyas artesanas en esta ocasión se han encargado de bordar los retratos dibujados por Thomas para este nuevo panteón de diosas de la feminidad racial, liderado por la propia Joséphine Baker, e integrado por mujeres igualmente memorables como Diahann Carroll, Dorothy Dandridge, Marpessa Dawn, Ophelia Devore, Lena Horne, Eartha Kitt, la supermodelo Donyale Luna, Josephine Premice, Hazel Scott, Nina Simone, Naomi Sims y Helen Williams.
“Estas mujeres rompieron muchas barreras en la televisión, el cine, la moda y en el terreno del activismo social”, defiende la propia artista Mickaela Thomas, a lo largo de unas declaraciones que nos hacen llegar desde Dior. Y “es debido a su determinación y a su sacrificio”, defiende, el que “puedo hacer este trabajo y que puedo ser la artista que soy hoy”.
“Joséphine Baker fue una gran artista”, además de “la única mujer de color enterrada en el Panteón” reservado a “los grandes hombres” de Francia, ponía en valor la propia Maria Grazia Chiuri en declaraciones concedidas a la agencia AFP. Un logro que la artista, fallecida en 1975, lograba no hasta el año 2021, momento en el que sus retos mortales eran depositados dentro del Panteón de Francia, siendo los de la sexta mujer en hacerlo, tras los de Sophie Berthelot, Marie Curie, Germaine Tillion, Geneviéve De Gaulle-Anthonioz y los de Simone Veil. “Sus imágenes en ropa de uniforme son extraordinarias”, ensalza Chiuri. “Tenía una conciencia increíble de lo que podía hacer con tanta notoriedad, como por ejemplo ponerla al servicio de las mujeres”, tal y como hizo a través de las diferentes causas comprometidas que apadrinaría a lo largo de su vida como artista y activista contra el nazismo y en defensa de los derechos civiles.
Entre flecos y tonos champagne
Clienta habitual de Dior y reflejo de un nuevo modelo de feminidad a través del que supo recoger y ensalzarse como un icono del glamour del París de la década de los años 20, un momento en el que la capital francesa se elevaba como la Meca para intelectuales, diseñadores y para toda clase de variopintos artistas que buscasen destacarse en su respectivo campo de actuación, en su propósito de servir de homenaje a la figura de la legendaria bailarina estadounidense, toda la colección se nos presenta como una reconstrucción postmoderna de los ritmos que dominaban el armario de Baker durante aquel París de entreguerras entre el que lograría alzarse como uno de lo primero iconos de fama global.
Tomando así pues como testigo a la propia Venus de Ébano, uno de los múltiples sobrenombres por los que llegó a ser conocida, la colección diseñada por Chuiri para Dior se presenta a lo largo de un discurso desde el que nos narra cómo una comedida Baker se prepara para acudir al teatro, desde cómo se viste con los fríos colores negros y grises, tan propios de la ropa más austera de aquellas décadas, o al más puro estilo años 20, al momento en el que, ya en su camerino, adopta una postura más relajada, vistiendo esos batines tan propios de los entreactos de una actuación musical. Pasando ya a partir de aquí, y llegados al momento en el que la artista ya se prepara pa salir a escena, a una festival de elaboradísimos vestidos de fiesta, rebosantes de destellos iridiscentes, flecos y detalles de pedrería. Todo ello sobre una delicada paleta cromática en la que negros y grises van cediendo su protagonismo a tonalidades en plata, oro y champagne; al tiempo que las sedas y terciopelos se encargan de abrazar la silueta de la mujer a modo de unas livianas películas protectoras capaces de reforzar y mantener intacta su feminidad. Feminidad agudizada por las siluetas y los cortes estilo años 20, con largos siempre por encima de los tobillos, cuya contrapunto se encargan de poner las piezas de sastrería confeccionadas, al gusto de Monsieur Dior, en tejidos tradicionales de la sastrería masculina.
“Icono del glamour”, añaden desde Dior, Baker “encarna la modernidad de aquellos años, la transgresión de los estereotipos y de los prejuicios, la mezcla de culturas y las vívidas experiencias compartidas que animaron notablemente el vibrante mundo del Cabaret” del París de los años 20. Una escena de la que saldría coronada la artista tras su arriesgada apuesta por trasladarse desde los Estados Unidos a París, ciudad desde la que, “obtenida ya la ciudadanía francesa”, pasaría a ser “aclamada por la Europa de la postguerra”, mientras actuaba sobre los principales escenarios de la época, desde el “Strand Theater y el Carnegie Hall”, siempre “vestida a la moda francesa”, luciendo estilismos como “las creaciones de Dior que coronaron su carisma y sus éxitos”.