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Puig cae de la cota de los 20 euros por acción

Por Jaime Martinez

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Marc Puig, presidente ejecutivo de Puig, durante la ceremonia del “toque de campana” con la que se celebraba el debut en Bolsa de Puig, el 3 de mayo de 2024 desde la Bolsa de Barcelona (España). Credits: Puig.

Madrid – Por primera vez desde que la multinacional española de la perfumería, la moda y la belleza debutara en Bolsa, el pasado 3 de mayo de 2024, las acciones de Puig abrirán una sesión, la de este viernes 13 de septiembre, por debajo de los 20 euros por título. Cota que perdían al cierre de la jornada de cotización de este pasado jueves, en una última muestra de la entrada en barrena en la que se han situado sus acciones tras la presentación de los decepcionantes resultados de final de semestre presentados por la multinacional, hace ahora justamente una semana.

La brillante, impoluta y grandilocuente salida a Bolsa de Puig, cuyos títulos ya cotizan desde el “selecto” índice del Ibex 35 desde el pasado 22 de julio, se desinfla. Eso es, en resumen y a grandes líneas, lo que ha venido ocurriendo desde que la compañía diera a conocer, el pasado viernes 6 de septiembre, los resultados económicos registrados al cierre del primer semestre del ejercicio de 2024. Periodo finalizado a fecha del pasado 30 de junio, que Puig cerró, tal y como en su día ya adelantamos en FashionUnited, con un aumento de los ingresos de un +9,58 por ciento, tras elevarlos de los 1 981,22 hasta los 2 171,22 millones de euros, pero con una caída de los beneficios netos de un -26,56 por ciento, tras contraerlos de los 213,53 millones de euros registrados durante el mismo periodo de hace un año, hasta los 156,81 millones de euros con los que la compañía terminaba por cerrar este primer semestre de 2024. Los primeros resultados que desde Puig presentaban como compañía cotizada, y sobre los que desde su dirección subrayaban, ya no solamente el aumento de las ventas, sino también el aumento de un +4,77 por ciento de su beneficio neto, ajustado, desde los 227,11 hasta los 237,95 millones de euros. Un apunte que terminó generando un cierto desconcierto a primera hora de la jornada, y que servía para enmascarar esa caída, real, del -26,56 por ciento del beneficio neto registrada durante el primer semestre del año. Una diferencia, entre el crecimiento del beneficio neto ajustado, a la caída del beneficio neto real en las cuentas de Puig, que cuenta como principal causa con la elevada partida de costes de explotación, por 135,27 millones de euros, que la compañía ha compensado para calcular ese beneficio neto ajustado. Una cifra atribuida a costes relacionados con reestructuraciones, así como con los costes extraordinarios generados por causa del proceso de salida a Bolsa de Puig, y cifrados en unos 119,73 millones de euros.

Obviando ese “ajuste” llevado a cabo por la dirección sobre sus beneficios netos, las acciones ya en cotización de Puig se terminaron por ver duramente afectadas una vez hechos públicos los resultados semestrales registrados por la dirección, y por especialmente esa caída real del beneficio neto del -26,56 por ciento. Un indicador excesivamente elevado para una compañía que acababa de salir a Bolsa, y de la que por tanto se esperaba mucho más durante la presentación de sus primeras cuentas; balances que lejos de apuntalar, llevaron de manera inmediata a una depreciación de las acciones de Puig, que en esa misma jornada, la del pasado viernes día 6 de septiembre, terminaban por hundir su valor más de un -13 por ciento, para cerrar la sesión en los 21,20 euros la acción. Una bajada desde la que las acciones de la compañía se han seguido manteniendo en barrena, hasta marcar un nuevo punto de inflexión al cierre de la jornada de este jueves 12 de septiembre. La primera en la que las acciones de Puig pasaban a bajar de la cota de los 20 euros el título, y que se cerraba con las acciones de la multinacional española cotizando a 19,80 euros la acción. Cifra desde la que arrancarán su cotización en la sesión de cierre de semana de este viernes 13 de septiembre, acumulando ya tras de sí, e independientemente de cómo termine transcurriendo la sesión, una caída de un -19,18 por ciento, sobre el valor de los 24,50 euros en los que se fijaban sus títulos para su debut como compañía cotizada.

Un modelo puesto en entredicho

Explicado el origen de esa diferencia entre el beneficio neto ajustado esgrimido por la dirección, y el beneficio neto real que aflora desde sus balances, si la causa del terreno en barrena en el que han acabo los títulos de la compañía fuera únicamente la extrema “generosidad” de Puig para la hora de compensar a sus empleados mediante unas primas que, tal y como se ha tratado de defender, habrían terminado por generar esa elevada partida de costes relacionados con su OPI (Oferta Pública Inicial), este sería un factor que ya habrían asimilado los mercados de capitales e inversores. Cuestión que no se ha dado, empezando en contra a poner seriamente en entredicho el modelo de negocio, hasta ahora calificado de extraordinariamente “sólido”, de la multinacional española, y dejando ya a la vista la pregunta de si la Bolsa está siendo un traje que, por ahora, le está viniendo grande a Puig.

Como razones que estaría sirviendo para apuntalar esta pregunta, nos encontraríamos con algunas de las principales “faltas” sobre el modelo de negocio de Puig que justamente se han empezando a descubrir desde esta nueva condición suya como compañía cotizada, y que la obliga a desnudar sus cuentas y a responder ante sus inversores en un grado y a un nivel al que no tenían que hacer frente como compañía privada no cotizada. Unos aspectos desde los que, en primer lugar, no son pocas las voces que censuran el que el crecimiento de la compañía se sostiene sobre un modelo de negocio no orgánico, y que ha logrado en contra nutrirse de manera permanente de las nuevas adquisiciones llevadas a cabo por la compañía, desde una estrategia espaciada y asentada en el largo plazo. Una estudiada guía, que permitiría a Puig poder ir incorporando de manera paulatina los ingresos de esas nuevas compañías que adquiere dentro de sus balances, reflejándolos como crecimientos orgánicos, cuando en realidad la compañía si crece, está siendo gracias, no tanto al aumento de sus operaciones, sino como resultado de su expansión gracias a la adición de nuevas empresas a su “ecosistema” empresarial.

Mientras tanto, como segunda causa a la que señalamos como principal debilidad del actual modelo de negocio de Puig, estaría la supeditación que la compañía lleva a cabo de sus marcas de moda actualmente en cartera. Una lista en las que se integran casas de moda de la talla de Rabanne, Carolina Herrera, Jean Paul Gaultier, Nina Ricci y Dries Van Noten, de cuyos resultados la multinacional solamente informa, no de manera detallada y pormenorizada, y ni tan siquiera desde dentro de una partida propia, sino enmarcándolos dentro de una compartida y genérica, bajo el título de negocios de “fragancias y moda”. Un nombre realmente clarificador, y que viene para desvelar cómo en Puig la moda sigue siendo realmente instrumentalizada como un paraguas bajo el que vender fragancias y perfumes. Una práctica que pasó a estar generalizada entre las grandes casas de la moda tras la caída de la influencia y de la relevancia de la Alta Costura a finales del siglo XX, pero que ya ha sido ampliamente superada, con unas grandes casas de la moda que ya han sabido rentabilizar sus operaciones en moda, de manera independiente, y más lucrativa incluso, a las de sus negocios de perfumería, gracias al buen manejo de sus colecciones de prêt-à-porter. Una propuestas en las que se apoyan para seguir sustentando, y financiando, esa parte más inspiracional, y exclusiva, que sigue siendo hoy la Alta Costura, desde un modelo por el que no obstante no están transitando las casas de moda en cartera de Puig. Cuestión para la que basta con acceder a sus tiendas online para ver cómo, especialmente para los casos de Rabanne, Gaultier y sobre todo Nina Ricci, es la oferta de perfumería la que cuenta con un peso especialmente destacado dentro de sus plataformas.

En respuesta, y ante las dudas que parece seguir generando entre los inversores el actual modelo de negocio de Puig, que estaría siendo realmente el causante y el que estaría afectando y haciendo que, lejos de resultar puntual, sigan en caída sus acciones, pasa por ser urgente el que desde la dirección de la multinacional española se decidan a presentar, más pronto que tarde, un nuevo plan estratégico para el medio y largo plazo. Unos periodos para los que desde Puig no han anunciado nada ni han puesto en orientación a sus actuales, y potenciales, inversores, más allá de las indicaciones que ofrecían desde su folleto de salida a Bolsa. Un documento desde el que únicamente señalaban a que, con los fondos recogidos a partir de la operación, la compañía buscaría financiar la adquisición de participaciones adicionales en Byredo y Charlotte Tilbury, y dar soporte a “la estrategia de crecimiento del portafolio y las marcas de la Sociedad”. Cuestión justamente esta segunda sobre la que sería de interés que la compañía profundizase, adelantando por dónde pasan sus intenciones para la hora de lograr explotar todo el potencial de sus marcas en cartera, y en especial el de sus casas de moda. Unas etiquetas a día de hoy claramente desaprovechadas, y en las que Puig, si así se lo propusieran, podrían encontrar un mayor apoyo para sus balances, para sus cuentas, y para sus operaciones, con que tan solo se decidieran a desarrollar, como lo merecen, sus respectivas líneas de prêt-à-porter.

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