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La Comisión Europea les declara la guerra al “Fast Fashion” y al “Greenwashing”

Por Jaime Martinez

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Photo Credits: Comisión Europea, fotografía de archivo.

Como parte del denominado “Pacto Verde Europeo” presentado por la Comisión Europea en diciembre de 2019, iniciativa desde la que se persigue a nivel de la Unión transformar su modelo económico hasta llevarlo a un nuevo sistema basado en la economía circular desde el que atajar el cambio climático y la degradación del medio ambiente, ayer 30 de marzo de 2022 desde la misma Comisión se presentaban un conjunto de nuevas medidas dirigidas a actualizar las normas de la UE en materia de protección a los consumidores, así como para afianzar esa circularidad y hacer de los valores sostenibles y circulares los pilares de todos y cada uno de los artículos que se comercialicen y diseñen con destino al mercado de la Unión.

Con dichos fines, desde la misma Comisión Europea se han terminado planteando un conjunto de iniciativas, de entre las que se destacan las que se encuentran especialmente dirigidas a cortar de raíz el denominado “greenwashing”, o “ecoblanqueamiento”, que estarían llevando a cabo con sus iniciativas e indicaciones un determinado grupo de empresas y grupos industriales; así como las destinadas a poner freno al modelo comercial de la denominada como “Fast Fashion”, o “moda rápida”, del que se han mantenido como principales puntales compañías europeas como la española Inditex o el Grupo de modas sueco H&M. Dos ámbitos así pues a los que la Comisión Europea les declaran abiertamente la guerra, mediante la introducción de nuevas medidas que por un lado tratarán de garantizar el que los consumidores puedan disponer de una mayor y más fiable información sobre el valor sostenible de los productos que adquieren, así como de otro impulsar el modelo de producción circular, y por último el hacer que los productos, y especialmente los textiles, sean por naturaleza más duraderos, reparables, reutilizables y reciclables, en lo que deberá de poner fin a la denominada “moda rápida” y a la proliferación de residuos textiles, en lo que al tiempo contribuye igualmente a consolidar ese nuevo modelo de economía verde basado en la circularidad, y con el que la Comisión Europea aspira a lograr hacer de Europa el primer continente climáticamente neutro, en 2050.

Con esta batería de nuevas normas, “apoyamos a los consumidores que quieren, cada vez más, elegir productos que duren más tiempo y que puedan repararse”, entra a explicar la política checa Věra Jourová, vicepresidenta de Valores y Transparencia de la Comisión Europea, a lo largo de unas declaraciones difundidas desde la misma institución. “Debemos velar por que su compromiso no se vea entrabado por información engañosa”, y “con esta propuesta les dotamos de nuevas y sólidas herramientas que les permitirán tomar decisiones informadas e incrementarán la sostenibilidad de los productos y de nuestra economía”.

“Si no empezamos a consumir de manera más sostenible, no podremos alcanzar los objetivos del Pacto Verde Europeo, es así de sencillo”, añade por su parte el belga Didier Reynders, actual comisario europeo de Justicia. “A pesar de que la mayoría de los consumidores están dispuestos a colaborar, hemos visto también un aumento de las prácticas de ‘blanqueo ecológico’ y de obsolescencia temprana”, con las que, a juicio de la Comisión, no se logra más que frenar el impulso que tratan de dar los mismos consumidores a estos nuevos modelos de producción y de consumo más comprometidos con el medioambiente a través de sus pequeñas acciones. “Para ser los verdaderos agentes de la transición ecológica”, apunta a este respecto Reynders, “los consumidores deben tener derecho a estar informados para tomar decisiones sostenibles”, para lo que “también deben estar protegidos contra las prácticas comerciales desleales que abusan de su interés por comprar de manera ecológica”.

Lucha contra el “Greenwashing”

Para frenar este conjunto de malas prácticas que denuncian desde la misma Comisión en lo que al “greenwashing” se refiere, la institución propone varias modificaciones de la Directiva sobre prácticas comerciales desleales, con las que se buscará garantizar el acceso de los consumidores europeos a una información veraz y fiable en relación a la naturaleza sostenible de los productos que adquieren.

A este respecto, en primer lugar se propone ampliar la lista de características de los productos sobre las que los comerciantes no pueden engañar a los consumidores, para incluir entre ellas el impacto medioambiental o social que supuestamente generan o han generado, su capacidad de durabilidad y su reparabilidad. En segundo lugar, se propone una modificación de la lista de prácticas engañosas, añadiendo a la misma el llegar a realizar una declaración de comportamientos medioambientalmente positivos a futuro, sin especificar metas y unos compromisos y objetivos claros y verificables. Mientras que ya en último lugar, se propone igualmente una modificación de la misma Directiva sobre prácticas comerciales desleales, mediante la incorporación de nuevas prácticas a su “lista negra” de prácticas comerciales completamente desleales y prohibidas.

En relación a este último punto, de manera más detallada, entre las nuevas prácticas que desde la Comisión Europea plantean que queden completamente prohibidas con fin de cortar de raíz ese denominado “greenwashing”, se encontrarían el omitir información sobre las características introducidas en un determinado producto para limitar su durabilidad, la más conocida como obsolescencia; el hacer declaraciones medioambientales genéricas y vagas sin que resulte posible demostrar esas cualidades en un producto mediante el empleo de términos como “respetuoso con el medio ambiente”, “eco” o “verde”; el realizar una declaración medioambiental sobre todo el producto cuando solo afecta a un determinado aspecto del mismo; el exhibir una etiqueta de sostenibilidad voluntaria que no se base en un sistema verificado por terceros ni haya sido establecida por una autoridad pública; o el omitir información sobre la funcionalidad limitada de un producto cuando se utilizan piezas o accesorios no suministrados por el productor original.

“Al garantizar que las declaraciones medioambientales sean justas, los consumidores podrán elegir productos que sean realmente mejores para el medio ambiente que los de los competidores”, entran a explicar desde la Comisión Europea. “Así se fomentará la competencia en favor de productos más sostenibles desde el punto de vista medioambiental”, añaden, y “se reducirá el impacto negativo en el medio ambiente”.

Consolidando un modelo circular a partir del diseño ecológico

Junto a estas medidas en defensa de todos los consumidores, desde la misma Comisión también se han presentado como parte de este importante paquete de propuestas dirigidas a reforzar e impulsar ese “Pacto Verde Europeo”, una serie de iniciativas con las que se tratará de fomentar la circularidad y la producción de unos productos más plenamente sostenibles. Un conjunto de nuevas normas desde las que se aspira a lograr que prácticamente la totalidad de los bienes físicos que se comercialicen dentro de la Unión Europea sean más duraderos, respetuosos con el medio ambiente y estén adaptado a ese nuevo modelo basado en una economía circular, tanto desde el punto de vista energético como a lo largo de todo su ciclo de vida, desde las fases iniciales del diseño, hasta su uso, su reconversión, su reparación, su reciclado y, ya finalmente, su eliminación.

Como principal palanca para fomentar este cambio de paradigma dentro del modelo económico de la UE y propiciar ese salto final a una nueva economía circular, desde la Comisión fían su propuesta a la introducción de un nuevo Reglamento sobre el diseño ecológico de los productos sostenibles. Una iniciativa desde la que se establecen una serie de nuevos requisitos para hacer que los productos que se comercialicen dentro de la Unión sean más duraderos, fiables, reutilizables, actualizables y reparables, así como más fáciles de mantener, renovar y reciclar, y eficientes en cuanto al uso de la energía y de los recursos naturales y materias primas. Aspectos que se buscará garantizar a lo largo de todo su ciclo de vida, mediante medidas como la introducción de un pasaporte digital que facilitará su reparación y/o reciclado, así como el poder hacer un seguimiento de determinadas sustancias o materiales a lo largo de toda la cadena de valor. Puntos a los que además se suman medidas dirigidas a poner punto final a la destrucción de bienes y artículos de consumo no vendidos.

“La propuesta de hoy amplía el actual marco de diseño ecológico de dos maneras”, detallan desde la Comisión Europea, “en primer lugar, se aplicará a la gama más amplia posible de productos; y, en segundo lugar, ampliará el ámbito de aplicación de los requisitos que deben cumplir los productos”. A este respecto, “el establecimiento de criterios no solo en materia de eficiencia energética, sino también de circularidad, y una reducción global de la huella ambiental y climática de los productos se traducirán en una mayor independencia desde el punto de vista de la energía y los recursos y en una disminución de la contaminación”, en lo que “también reforzará el mercado único, al evitar leyes divergentes según el Estado miembro, y brindará oportunidades económicas desde el punto de vista de la la innovación y la creación de empleo, en particular en la remanufacturación, el mantenimiento, el reciclado y la reparación”.

Declaración de guerra contra el “Fast Fashion”: coto al número de colecciones

Como derivada precisamente de esta iniciativa destinada a fomentar ese nuevo modelo de economía circular, desde la Comisión también se han presentado un conjunto de iniciativas sectoriales específicas, entre las que se encuentra la de la nueva “Estrategia de la UE sobre los Productos Textiles Sostenibles y Circulares”. Un cúmulo de objetivos a alcanzar y de medidas concretas, con fecha a 2030, con las que desde la Comisión declaran abiertamente su guerra contra el “Fast Fashion” y su defensa de una moda y de una producción textil de alta calidad, capaces de garantizar tanto la durabilidad de sus productos, como la capacidad de los mismos de ser reparados y reciclados.

De este modo, a través de esta nueva Estrategia en materia de producción textil, desde la Comisión se marcan el objetivo de que, entre otros, para el año 2030 todos los productos textiles que se comercialicen en la Unión Europea sean de larga duración y reciclables, y estén fabricados, “en la medida de lo posible”, con fibras recicladas, sin presencia de sustancias peligrosas y respetando los derechos sociales y el medioambiente. Fines para los que se plantean medidas concretas como las de valerse del diseño ecológico; la introducción de unas etiquetas más claras; la implementación de ese pasaporte digital para los productos textiles; el fomentar los modelos circulares, así como los servicios de reutilización y reparación; la aprobación de un régimen ampliado obligatorio de la normativa de la Unión Europa de diligencia debida para los productores; medidas para luchar contra la liberación involuntaria de microplásticos, aspecto que especialmente afecta a los productos textiles elaborados a partir de fibras sintéticas obtenidas de derivados del petróleo; o el garantizar la exactitud de la información ecológica que se pone al alcance de los consumidores, en línea con las medidas introducidas en la lucha de la Comisión contra el “greenwashing”.

Además de todos ellos, como uno de los aspectos más llamativos y destacados de entre cuantos se plantean en el marco de esta nueva Estrategia para la UE en materia de producción textil, nos encontramos con la iniciativa puesta en marcha por la Comisión para solicitar a las compañías del sector que reduzcan el número de sus colecciones anuales. Una recomendación que de momento se quedaría en simplemente eso, pero que faltaría por ver en que grado las compañías del sector se deciden a seguirla, en lo que podría traducirse tanto en un incremento del precio de venta de las prendas y textiles, como en una caída de la producción o en la puerta abierta al desarrollo de nuevos modelos, como esos mismos que tratarán de impulsarse a raíz de las medidas de esta misma Estrategia, y entre los que bien podrían incluirse unos nuevos modelos de producción bajo demanda. Un modelo sobre el que ya han comenzado a experimentar distintas compañías de la moda, en lo que les permite suprimir la generación de stock y de residuos textiles, dos aspectos a tener muy en cuenta una vez sea aprobada esa prohibición a la destrucción de bienes y artículos de consumo no vendidos que plantea la Comisión.

“Para combatir la moda rápida”, detallan desde la Comisión Europea, “la Estrategia también pide a las empresas que reduzcan el número de colecciones al año, asuman su responsabilidad y actúen para minimizar su huella de carbono y medioambiental”, y “a los Estados miembros que adopten medidas fiscales que favorezcan al sector de la reutilización y la reparación”, añade. “La Estrategia”, dirigida a “luchar contra la moda rápida, la basura textil y la destrucción de los productos textiles no vendidos, y velar por que su producción se lleve a cabo respetando plenamente los derechos laborales”, “también tiene por objeto prestar apoyo al ecosistema del sector textil y acompañarlo a lo largo de su proceso transformador”. Para lo cual “la Comisión inicia hoy la creación conjunta de una senda de transición para ese ecosistema”, una “herramienta de colaboración esencial”, con la que igualmente tratarán de ayudar al sector a “recuperarse de los efectos negativos de la pandemia de COVID-19, que ha afectado a las empresas en su funcionamiento cotidiano durante los dos últimos años”.

Fin al modelo de “usar y tirar”

Una vez presentadas esta serie de propuestas por parte de la Comisión, estas pasarán ahora a debatirse en el Consejo y en el Parlamento Europeo, para que finalmente terminen incorporándose a la legislación nacional de los distintos Estados miembros de la Unión Europea. Momento en el que pasarán finalmente a ser de obligado cumplimiento, garantizando al mismo tiempo el que los consumidores puedan reclamar en caso de cualquier infracción.

“Ha llegado el momento de poner fin al modelo de ‘usar y tirar’, que tan perjudicial es para nuestro planeta, nuestra salud y nuestra economía”, declara el neerlandés Frans Timmermans, vicepresidente ejecutivo responsable del Pacto Verde Europeo. “Las propuestas de hoy garantizarán que solo se vendan en Europa los productos más sostenibles”, y “facilitarán a los consumidores ahorrar energía, reparar y no sustituir los productos rotos, y tomar decisiones medioambientales inteligentes cuando compren otros nuevos”. De este modo, apostilla Timmermans, “recuperaremos el equilibrio en nuestra relación con la naturaleza y reduciremos nuestra vulnerabilidad a las perturbaciones de las cadenas de suministro mundiales”.

“Los consumidores europeos esperan con razón productos más respetuosos con el medio ambiente y más duraderos”, añade el francés Thierry Breton, comisario de Mercado Interior. “Una mayor sostenibilidad y eficiencia en el uso de los recursos también significa una mayor resiliencia si una crisis perturba nuestras cadenas de suministro industrial”, tal y como ha venido ocurriendo a lo largo de estos últimos años. “Al aprovechar el potencial del mercado único, sacar el máximo partido a las herramientas digitales y mejorar la vigilancia del mercado, ampliaremos las oportunidades tanto para las empresas como para los consumidores”, explica, mientras que “una mayor eficiencia energética y en materia de recursos en los sectores textil y de la construcción creará, en particular, puestos de trabajo altamente cualificados en toda Europa”.

“Nuestras propuestas de economía circular abren una era en la que los productos se diseñarán de manera que aporten beneficios a todos, respeten las limitaciones de nuestro planeta y protejan el medio ambiente”, remarca ya por último el lituano Virginijus Sinkevičius, comisario de Medio Ambiente, Océanos y Pesca. “Dar una vida útil más larga a los teléfonos que utilizamos, a la ropa que llevamos y a muchos otros productos ahorrará dinero a los consumidores europeos”, al tiempo que “al final de su vida útil, los productos no serán una fuente de contaminación, sino de nuevos materiales para la economía, lo que reducirá la dependencia de las empresas europeas de las importaciones”.

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