Louis Vuitton y la libertad de la inocencia
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En el marco de esta última Semana de la Moda de París que tocaba ayer a su fin, y esperada como una de las citas más destacadas de la jornada, la firma de moda francesa Louis Vuitton presentaba este pasado lunes su última colección de moda femenina para la próxima temporada Otoño/Invierno de 2022/2023.
Se trataba esta de una propuesta diseñada nuevamente por el diseñador francés Nicolas Ghesquière, en su calidad de director creativo de la línea femenina de Louis Vuitton desde el pasado 2013, que la firma de modas, uno de los principales exponentes del sector del lujo, daba a conocer a lo largo de un desfile en vivo, con público y que pudo seguirse en directo a través del canal online, organizado desde el interior del parisién Musée d’Orsay. Una de las instituciones y museos más visitadas de la ciudad de París, que por primera vez en su historia abría sus puertas para albergar un desfile de modas, siguiendo así con el ánimo de Ghesquière de elevar sus creaciones y los diseños de Louis Vuitton a la misma categoría de arte que exhibe el centro, compitiendo directamente con los fondos de un museo que atesora obras de artistas tan aclamados como Van Gogh, Renoir o Sorolla, del mismo modo que el diseñador francés ya hiciera, el pasado marzo de 2021, al hacer desfilar sus modelos desde el interior del Museo del Louvre al ritmo de Daft Punk.
Reconstruyendo (y jugando) con los códigos de la moda
Convirtiendo la galería central de esculturas del Museo, dedicado a las artes del XIX y ubicado en la antigua estación ferroviaria de Orsay, un bellísimo edificio de estilo “Beaux Arts” situado en la “rive gauche” del Sena, en una improvisada pasarela, Ghesquière presentó sus últimos diseños para Vuitton bajo la atenta mirada de la “Méditerranée” de Aristide Maillol o una versión reducida, datada en 1889, de la estatua de la “Liberté” de Frédéric-Auguste Bartholdi. Pieza que más allá de hacer referencia a la hermandad de los pueblos estadounidense y francés que se buscó con el obsequio de su hermana mayor al país norteamericano, venía muy bien a simbolizar el valor por y hacia la libertad sobre el que descansaba el sentido de toda la colección diseñada por Ghesquière.
Construida sobre una elegante y variada paleta cromática en la que marrones, blancos y negros entraban a jugar y combinarse con acentos en ocres, azules, amarillos, rosas y rojos, la colección se componía de una amplia variedad de prendas de abierto carácter genderless, entre las que destacaban la presencia de trajes de pantalón y chaqueta propios de la sastrería masculina, junto a coloridos vestidos en efecto trampantojo combinados con mangas y cuellos de tipo sudaderas, mientras que, en esa misma línea, el diseñador francés no dudaba en entrar a exprimir su lado más creativo y divertido, reconvirtiendo bufandas en sugerentes vestidos —o viceversa— y reconfiugrando las hechuras propias de las camisas tipo polo.
Un viaje hacia una vida en libertad
Como resultado, Ghesquière no ha tratado de armar sino un juvenil armario que se ha encargado de construir sobre los principios de la libertad y la inclusión, reunidos en esta ocasión en torno al modelo de una idílica juventud y unas nuevas generaciones, sobre las que el diseñador deposita todas sus esperanzas para la construcción de unos nuevos tiempos y de un futuro mejor. Unas aspiraciones que, aquí señalamos, siempre se han confiado a las nuevas generaciones, pero que irremediablemente, y a la vista de esta actual guerra en Ucrania nos atenemos, han terminado desvaneciéndose frente al peso de las incertidumbres de la vida. De ahí precisamente el valor del mensaje de un Ghesquière que, en un intento por terminar de romper ese círculo, invita a la juventud de hoy a permanecer anclada y a no sucumbir ante sus ideales.
“Esa colección está dedicada la juventud, con la esperanza de que pueda mantenerse en la poesía irresuelta de la adolescencia, como si de un perfecto traje se tratase, con su vívido romanticismo, su inspirador idealismo, su esperanza en el futuro, por un mundo mejor, y con sus sueños por alcanzar la perfección”, sintetizan desde Louis Vuitton sobre el tono sobre el que descansa la colección.
Se trata así de una propuesta que trata de invitarnos a “reconectar con un instinto en el vestir desprovisto de convencionalismos”, tan propio precisamente de los años de juventud. “Un momento especial que forma parte de esos años de formación, en los que se forja el carácter”. Una etapa que supone el inicio de “un viaje esencial e iniciático, que Louis Vuitton ha querido retomar con su colección prêt-à-porter de mujer Otoño-Invierno 2022”, mostrándolo como “una excursión a un momento perceptible, fugaz y decisivo en el que todo sale a la luz, en toda su inocencia y perspicacia”.
Un viaje así pues a la “no permanencia y a la bella volatilidad de la adolescencia”, como proceso transitorio que es, bajo cuyo paraguas nos convidan a resguardarnos desde Louis Vuitton, empujándonos a probar, experimentar, jugar, conocer, anhelar, desear y querer todo y cuanto nos ofrece el mundo que nos rodea, para desde ahí seguir construyendo nuestro yo más intimo y a seguir dando forma a nuestro carácter, a lo largo de este continuo viaje que es nuestra vida. Una vida que nos convocan a decidirnos a abrazar con la libertad de mantenernos alejados, a salvo y de rechazar cualquier clase de convencionalismo o impedimento, como los que sin duda, aún sin nombrarlos, trata de imponer esta guerra en Ucrania, del mismo modo que han tratado, y tratan, de hacerlo cualquier clase de conflicto armado de similar naturaleza.