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La problemática de defender la sostenibilidad real

Por Alicia Reyes Sarmiento

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Moda

Imagen vía Unsplash

En los últimos años se ha ido haciendo cada vez más frecuente apostar por lo sostenible tanto en la producción de artículos de moda, como en la creación de nuevas marcas de la industria textil, siendo esta la segunda más contaminante del mundo.

Actualmente no existe ninguna legislación que establezca los límites en la definición de “marca sostenible” y esto provoca que, aunque por lo general se pueda reconocer fácilmente la que es una práctica sostenible, de la que no, tras un lavado verde, se pierdan matices que confunden a la hora de diferenciar.

Desde FashionUnited hemos buscado dar forma al concepto de sostenibilidad en la moda mediante la conversación con varias expertas especializadas en algunas de las distintas vertientes de esta problemática, para tratar de conseguir una visión panorámica del tema que ayude a diferenciar lo realmente sostenible del greenwashing o lavado verde de las marcas con gran impacto medioambiental.

¿Qué es ser sostenible?

Celia Ojeda, líder internacional de proyectos globales estratégicos de Greenpeace explica que para su organización la sostenibilidad es un todo, tanto ambiental como social y que para que una marca pueda considerarse sostenible, esta debe ser consciente del tipo de materia prima que usa, dónde se produce, en qué condiciones económicas, físicas y de horarios han trabajado las personas que participan, cómo se transporta y cómo se soluciona el final de la vida útil del producto para que no acabe siendo quemado o desahuciado en vertederos.

El CEO de Ethical Time, Ignasi Eiriz, una startup barcelonesa desde la que trabajan precisamente para estandarizar el panorama de la moda sostenible a través de su verificación Real Sustainable Fashion, comparte esta visión circular del proceso. En su caso, añade a lo ya dicho que considera mínimo “que la marca pueda demostrar que en su cadena de producción y suministro no se de trabajo abusivo o incluso esclavo, algo que aunque parece una obviedad, está fuera del alcance de muchas marcas hoy en día”. Esto se debe a las largas y opacas cadenas de suministros que complican el trabajo de trazabilidad, en el suyo, un estudio holístico de los procesos. Además, continúa, que en el caso de las marcas con las que trabajan, valoran positivamente, “que estén aplicándose cambios o prácticas que avancen hacia la sostenibilidad”, lo dejan abierto pues consideran que es un concepto tan amplio como complejo “¿es reciclable? ¿van a preocuparse de darles una segunda vida útil? ¿han hecho estudios de sus emisiones?”

Para BCome, una herramienta de gestión interna para que la marca conozca todo lo que implica su cadena de valor, su trazabilidad y todos los impactos asociados a cada uno de los eslabones de la cadena, además de lo ya mencionado, ser sostenible implica responsabilidad y transparencia. “El proceso ideal sería conocer los datos, saber interpretarlos, emprender prácticas para la mejora de su producción y alargar la vida de los productos, entendiendo siempre el concepto en todo su contexto particular a nivel medioambiental, social, de transparencia económica y circularidad” expone Anna Cañadell, una de las fundadoras de BCome.

Bluyins es una marca madrileña, especializada en moda vaquera sostenible y customizable que fabrica con la última tecnología láser “jeans para mujeres imparables que son fieles a sus valores” según explica su fundadora y directora creativa Beatriz Rivera que añade que la sostenibilidad no se trata solo de usar tejido reciclado y algodón orgánico, “aunque se usa en el 100 por cien de sus diseños”, según recalcan, sino también la parte del antes (el tejido), el durante (la producción) y la última fase.

Imagen vía Bluyins

¿Cuál es el precio de ser sostenible?

Para entender el coste añadido “hay que hacer varios cálculos” indican desde Greenpeace. “El primero es que comprar varios pantalones más económicos, por cantidad, acaba costando lo mismo que uno sostenible. El segundo es que por calidad la versión sostenible, realizada con mejores materiales y patrones de forma slow, hace que duren más en tu armario”. Celia Ojeda añade además que el “es muy caro y no puedo” es excusarse, sobre todo porque hay otras alternativas.

El precio de unos vaqueros en Bluyins varía desde los 50 o 60 euros de los modelos básicos a los 90 euros de los “más especiales”, pero también ofrecen la opción de alquilarlos, por un coste entre los 11 y los 28 euros los catorce días en función de la prenda escogida de entre su selección, pues según Rivera abogan “por el alquiler también de productos del día a día como son los jeans”. Esta es solo una de las iniciativas que Bluyins ha implementado a su negocio, pues además los clientes pueden llevar sus prendas vaqueras viejas, con las que hacen planchas de tejido para fabricar nuevos jeans y ofrecen también servicio de reparación tanto en el sentido de arreglar roturas como en el de darle un giro a la estética de una prenda antigua, sea o no de Bluyins.

“Lo caro ¿es caro? o ¿es que lo barato no tendría que ser tan barato?” pregunta Cañadell de BCome. Partiendo de esa base, entiende que “para una marca es más complejo ser sostenible, pero también tiene un valor extra”. Su servicio tiene un coste mensual que varía en función del plan escogido y las características de la firma.

Eiriz comparte con ella que decantarse por ser sostenible requiere una inversión extra, pues se trata de una decisión empresarial que supone invertir una parte del presupuesto en “cambiar tus procesos como marca, pues no se trata solo de cambiar el material, implica ir mucho más allá, hacer inspecciones de trabajo más exhaustivas y buscar soluciones”. Este seguimiento tiene en Ethical Time un coste anual y proporcional al volumen de facturación de la marca, pues para ellos “no supone el mismo esfuerzo un pequeño comercio que una gran firma”. La verificación no tiene coste adicional, porque entienden su trabajo con las marcas como el preámbulo a ser sostenibles.

Bluyins

Gracias a Jeanologia, en Bluyins producen con láser, ozono y tecnología air flow, con lo que consiguen reducir la contaminación en todo el proceso de producción casi en un 85 por ciento. “Lo más importante, que lo medimos”, explica su fundadora Beatriz Rivera compartiendo idea con BCome.

En su caso utilizan el EIM score con el que miden el impacto de sus prendas lo que les “permite mejorar”, defiende Rivera. En comparación con los vaqueros tradicionales, continúa, “reducimos un 80 por ciento los litros de agua empleados en la producción, empleamos un 50 por ciento menos de energía, reducimos un 65 por ciento el tiempo destinado a la producción por prenda”. Cuentan además con el certificado BCI de Better Cotton Initiative en sus tejidos.

El 90 por ciento de las ventas proceden de su e-commerce y el restante lo proporcionan cuatro marketplaces de filosofía slow fashion, tres en España y uno en EE.UU., cinco tiendas físicas multimarca en Madrid (donde también tienen una showroom en la que bajo cita previa la gente puede probarse las prendas), Barcelona, Zaragoza, Álava y una nueva en Altea, Alicante.

Sus talleres están diversificados entre Valencia, Albacete y Galicia, pues “haciendo pequeñas cantidades no es fácil aunar todo en una sola fábrica”. Este es uno de los problemas que se están encontrando las pequeñas marcas o de prácticas sostenibles como es el bajo pedido, para evitar la superproducción, con la migración de cada vez más marcas de los talleres asiáticos a Europa. Pues dificulta “hacer crecer tu negocio con pequeñas cantidades, que hace que tus costes sean mayores y dificulta alcanzar el precio justo consumidor-marca”.

BCome

BCome, verificada como BCorporation, ha desarrollado un software para que la industria textil tome parte activa para hacer de este un sector más sostenible en el que la marca conozca todo lo que implica su cadena de valor, su trazabilidad y todos los impactos asociados a cada uno de los eslabones de la cadena. Pues “hacer un producto de forma sostenible, es un proceso muy complejo, pero gracias a los datos que puedes conocer de los impactos asociados a tu producto, puedes mejorar y tomar buenas decisiones” entiende una de sus fundadoras, Anna Cañadell.

La idea final es que tanto marca como consumidor entiendan los esfuerzos que hay detrás de un producto y en base a números y datos, con una metodología detrás en base a la normativa europea, “lo que da fuerza y contexto”, explica Cañadell.

Hay marcas que tienen miedo de empezar por temor a que sus resultados sean malos, comparten desde BCome, “a esas marcas les decimos que, si no tienes datos, si no conoces el punto en el que te encuentras en relación con los demás, no puedes mejorar”.

Entre las marcas con las que trabaja BCome hay algunas “que escogen no publicar sus impactos y aunque animamos a la transparencia, no podemos obligarlos”. “Pero el hecho de ser conscientes, de contar con una base estructurada les sirve como punto de partida para mejorar en cada una de las futuras colecciones o descubren que en una parte de su colección ya se está haciendo bastante bien, pero animamos a la transparencia”.

Ahora mismo están focalizadas en el mercado europeo, con una cartera de marcas de las que más del 50 por ciento son españolas, “pero estamos persiguiendo el crecer en el mercado europeo, donde existe gran concienciación en este campo de la sostenibilidad".

Imagen vía BCome

Ethical Time

Desde Ethical Time defienden que es posible cambiar el sistema empezando por comprar de forma consciente ropa producida de forma sostenible. Para ello quieren “marcar la diferencia” diferenciando positivamente certificando con su sello Real Sustainable Fashion a aquellas marcas que, tras un estudio holístico de sus prácticas sociales y medioambientales para el que se centran en tres de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU: Trabajo decente y crecimiento económico. Producción y consumo responsables y Acción por el clima.

Este proceso se realiza en cinco ámbitos: transparencia y trazabilidad, personas, planeta, animales y liderazgo, diversidad e inclusión social. “Después de analizarlo les ofrecemos un plan de actuación adaptado a cambiar los puntos en los que la marca requiere de mejoras”, explica Eiriz, aclarando que “se trata de un sistema de 120 puntos, de los que cada ámbito cuenta con una cantidad proporcional a su importancia, cuando consiguen 50 pasan a estar verificados, si no los superan cuentan con 2 años de plazo para implementar en sus estrategias las modificaciones que Ethical Time les ha planteado para poder denominarse como sostenibles”.

Nació en 2017 y actualmente cuentan con un portfolio de más de 160 marcas eminentemente españolas que, en palabras de Ignasi Eiriz, “tienen un compromiso real con el planeta y la sociedad”.

Imagen vía Ethical Time

Celia Ojeda, de Greenpeace concluye que “no existe regulación para frenar el greenwashing, porque todo se sustenta entre los límites y las falsas ilusiones, lo que da cabida a campañas de marketing que aunque no son 100 por ciento sostenibles, tampoco engañan solo distraen”, lo que consideran peor “pues la mentira se puede regular, la confusión es mucho más complicada de gestionar”.

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