Gucci, un viaje entre las estrellas
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A lo largo de uno de los desfiles mas hermosos y magnéticos de cuantos se recuerdan, y siguiendo con el nuevo gusto adoptado por la casa italiana y con su decisión de dar a conocer sus diferentes propuestas en moda siguiendo su propio ritmo y al margen del calendario marcado por temporadas o cualquier calendario oficial de una Semana de la Moda, Gucci presentaba en la tarde-noche de ayer su última colección. Una propuesta bautizada bajo el sobrenombre de “Gucci Cosmogonie”, que se presentaba como un viaje entre las estrellas desde el que el director creativo de la casa, el diseñador romano Alessandro Michele, se lanzaba a establecer conexiones entre pasado, presente y futuro, aunando realidades, espacios y tiempos.
Construyendo una clara simbología en torno a los principios ligados a la cosmología, Michele presentaba a lo largo de un desfile, en directo y con público, una última colección para Gucci integrada por diseños tanto masculinos como femeninos. Una propuesta en la que dejaba a un lado su lenguaje más retro-vintage, para abrazarse a unas formas y estructuras mucho más contemporáneas, en lo que no hacía sino poner en evidencia el viaje entre el tiempo y el espacio que el diseñador aspiraba en todo momento a construir a partir de esta colección. Un ánimo que que todavía quedaba puesto más al desnudo al enfrentarse las prendas de la propuesta con el ambiente escogido por la casa italiana para llevar a cabo la presentación de esta última colección “Cosmogonie”, que comenzaba a ver la luz una vez pasada la hora crepuscular, y cuando la noche empezaba ya a bañar con su manto el complejo medieval del Castel del Monte de Apulia. Una construcción cuyos orígenes datan de entorno al año 1240, y que presenta como una suerte de artefactos cosmológico gracias a su singular arquitectura de marcada apariencia geométrica, constituida a partir de un edificio octogonal exento organizado en torno a un patio central de forma igualmente octogonal, cuerpo rodeado de otras tantas 8 torres de planta octogonal de la misma altura que el cuerpo central.
“Desde su creación en 1240 por parte de Federico II Hohenstaufen, Castel del Monte ha contado con una simbólica importancia, que se revela a través de su geometría precisa”, explican desde Gucci. “El número ocho se convierte en un tema principal en la estructura medieval, que se refleja en el plano central octogonal del suelo, en las ocho habitaciones en las que se divide el edificio y las ocho torres octogonales por las que está rodeado”.
“Coronando una colina en la ciudad de Andria, el monumento se encuentra aparentemente aislado a 540 metros sobre el nivel del mar”. “Dada su perfección formal y armoniosa que mezcla de varios elementos del norte de Europa, el mundo islámico y la antigüedad clásica”, añaden, el “Castel del Monte representa a la perfección una intersección de los diferentes pueblos, culturas, civilizaciones y religiones que han dado forma al Mediterráneo”, actuando así como un buen reflejo de ese espíritu de unión entre diferentes realidades del pasado y del presente del que aspira a mostrarse la colección, y del mismo empuje de Gucci por tratar de participar de manera activa de la protección del patrimonio cultural y artístico. Punto al que en esta ocasión contribuirá mediante su participación en un proyecto de mejora del castillo que permitirá mejorar la experiencia de todos aquellos que se decidan a visitar el monumento, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en abril de 2015.
Una colección dedicada al pensamiento ecléctico de Walter Benjamin
Para terminar de desentrañar el sentido último que se esconde tras esta última colección para la casa diseñada por Alessandro Michele, cuyo carácter como “viaje entre las estrellas” la casa se decidía a celebrar con todos y cada uno de los invitados al desfile bautizando con cada uno de sus nombres una estrella, un registro del que se les hizo entrega con su invitación al desfile, era el propio diseñador italiano quien hacía públicas unas breves notas explicativas. Una suerte de carta abierta en la que deja de manifiesto el carácter filosófico que adquiere bajo el paraguas el término de “constelación” que le ha servido para construir el hilo conductor de toda la colección, propuesta que por entero dedica a la figura del filósofo alemán de ascendencia judía Walter Benjamin, fallecido en el marco de la Segunda Guerra Mundial cuanto trataba de escapar de Francia para poner rumbo a los Estados Unidos.
“Hannah Arendt y Walter Benjamin compartieron un destino como exiliados”, siendo ambos dos “judíos que huían de Alemania cuando se encontraron en París, por primera vez, en la década de 1930”, momento que marcaría “el comienzo de una amistad” y de “Un vínculo muy profundo entre ellos”, que tocaría a su fin ya durante la década de los años 40, cuando “Benjamin es detenido por la policía de fronteras y se quita la vida en la frontera con España”, explica Alessandro Michele a través de su carta abierta.
En relación a este triste episodio, el diseñador romano se encarga de recoger las palabras que Arent, responsable de preservar y editar algunas de las obras de Benjamin que comenzarían a ver la luz tras su muerte, dedica al final de la vida de su íntimo amigo en su ensayo sobre Benjamin. “El 26 de septiembre de 1940, Walter Benjamin, que estaba apunto de emigrar a América, se quitó la vida en la frontera franco-española” y “hubo varias razones para ello”. “La Gestapo había confiscado su apartamento de París, que contenía su biblioteca (había podido sacar ‘la mitad más importante’ de Alemania) y muchos de estos manuscritos, mientras que estaba preocupado también por los otros que, a través del buen trabajo de Heorges Bataile, se habían ocultado en la Bibliothèque Nationale antes de su vuelo de París a Lourdes, en la Francia no ocupada. ¿Cómo iba a vivir sin una biblioteca, cómo podría ganarse la vida sin la extensa colección de citas y extractos que daban forma a sus manuscritos?”, se preguntaba Arendt.
Respondiendo a esta cuestión, apunta ya Alessandro Michele, “la pregunta retórica de Arendt se muestra como una narración preciosa y conmovedora, que interpele al legado de Benjamin”. “Como nos recuerda Viviana Gravano, esta pregunta nos hace pensar que ‘una vez que perdió el poder de construir sobre su red de citas, para desde ellas dar forma a su propio pensamiento, Benjamin se dio cuenta de que era mejor desaparecer. En otras palabras afirmó, en pleno nazismo, que para poder decir algo, no podemos prescindir del pensamiento de los demás’”. “Según esta interpretación”, añade el diseñador romano, “Benjamin no podría salvarse sin ese rico sistema de recuerdos y referencias cruzadas que siempre habían dado vida a su pensamiento ecléctico”, en lo que parece tocar íntimamente al diseñador y a ese mismo “eclecticismo” bañado de referencias de toda índole del que hace gala en sus colecciones.
“Benjamin, después de todo, es un coleccionista de citas”, “las descubre de entre las profundidades de los mares y las trae de vuelta hasta la superficie del agua, como raras y preciosas perlas”, describe Michele. Son estas citas las que “vuelve a ensamblar, como jirones de pensamientos que necesitan ser recompuestos, reconstruidos, actualizados”, para presentarlas como ejemplos de nuevas “interrelaciones y articulaciones” de pensamientos. “Tal extraordinaria capacidad para alumbrar conexiones, que de otro modo serían invisibles, convierte a Benjamin en la figura paradigmática de quienes piensan en constelaciones”. “Un término que él convierte en un concepto filosófico”.
“Lo que puede parecer a primera vista atomizado y disperso, como las estrellas en el cielo, a los ojos de Benjamin se convierte en una combinación de complicidades: una estructura conectada que ilumina la oscuridad a través de la epifanía de una constelación”, describe Michele. “La constelación para Benjamin”, añade el diseñador, “es una aparición repentina, repleta de tensiones. Es lo que se obtiene de la capacidad de hacer conjunciones entre fragmentos de mundos que de otro modo estarían dispersos”, como “un polvo febril de citas que arde frente a la posibilidad de un contacto”. Siendo “esta figura astral” la que también “resume la relación entre Benjamin y el pasado”.
“Según el filósofo alemán”, explica Michele, “la historia no es un contenedor de reliquias desprovistas de sus cargas subversivas, sino un raro almacén de praxis imaginativas”. “Esta potencial explota cuando fragmentos y citas del pasado armonizan con el presente en una nueva constelación”, dando curso a la sentencia de Benjamin en la que el filósofo declara que “no se trata de que el pasado arroje su luz sobre el presente, o que el presente arroje su luz sobre el pasado; más bien, la imagen es que aquello que ha sido se une en un destello con el ahora, para formar una constelación”.
El pensar así en una constelación, “significa captar la sincronía ‘entre un momento presente específico y un lugar igualmente específico del pasado’”, explica Michele citando a G. Gurisatti. “A través de este encuentro, Benjamin hace tambalear el mundo con nuevas cosmogonías: configuraciones de la realidad previamente desconocidas que pueden romper los límites de la tradición”. “Si algún pensado fue capaz de mantener juntas cosas tan distantes en el tiempo y el espacio, y rearticularlas en desbordantes constelaciones, ese fue Walter Benjamin”. “A este hombre”, apostilla Michele, “que no podía sobrevivir sin sus citas, mi gratitud”.