Ghesquière pone rumbo a “la última frontera” con una colección colmada de referencias a los mundos orgánicos de Balenciaga y Josep Font
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Madrid – El pasado martes día 15 de junio, a lo largo de un desfile digital que pudo seguirse en directo a través de las diferentes plataformas y canales oficiales con los que cuenta la firma en el terreno online, la casa francesa Louis Vuitton presentaba su última colección Crucero femenina para la próxima temporada de 2022. Una propuesta armada y diseñada por el director creativo de la línea de mujer de la Maison, el diseñador francés Nicolas Ghesquière, que llegaba colmada de referencias tanto a la propia herencia “viajera” de la casa de modas francesa, buque insignia del holding internacional LVMH, como a ese mundo orgánico cuyos vínculos se le presupone admirar y saber apreciar a todo buen amante de los viajes. Un punto este último sobre el que destacaban un buen número de piezas de la colección, cuyo lenguaje parecía beber de manera muy directa del mundo creativo de dos maestros de la moda española, del célebre y gran maestro entre los maestros, Cristóbal Balenciaga, y del contemporáneo Josep Font, otrora director creativo de la firma española Delpozo, y ausente en estos momentos de la primera línea de la industria.
Entrando a desgranar estos y otros detalles de la colección moldeada por Ghesquière, lo primero que llamaba poderosamente la atención era el lugar escogido por el diseñador para celebrar el desfile de presentación, que tenía finalmente lugar bajo la magnética atmósfera de “Axe Majeur”. Una suerte de parque-monumento obra del fallecido artista y escultor israelí Dani Karavan ubicado en Cergy, población situada a las afueras de París, de cuya aura futurista se valía precisamente el diseñador para dejar bien marcada la mirada hacia los viajes espaciales, e incluso interestelares por qué no, que ha mantenido como motivo de inspiración principal para la concepción de esta propuesta. Una mirada hacia las estrechas y hacia nuevos horizontes, con la que Ghesquière pone rumbo hacia “la última frontera” —referencia está en clara alusión a la mítica serie de ciencia ficción Star Trerk—, en lo que no deja de ser tanto una muestra de sus propios intereses personales, como reflejo de unos nuevos tiempos en los que se ha vuelto a renovar el interés por el espacio, encontrándonos a las puertas de lo que promete ser el nuevo, y más que lucrativo, negocio de los viajes y el turismo espacial. Un nuevo nicho de mercado, de especial interés para una marca como Louis Vuitton cuya herencia y origen se encuentran precisamente en el hecho del “viajar”, que quedará oficialmente abierto, si no hay ningún cambio de última hora, con la próxima aventura espacial que Jeff Bezos emprenderá a finales de este mes de julio.
“Veo este lugar como si fuera una sucesión de puertas que conducen a otra parte”, como unos “portales que se abren a otras épocas y lugares”, explicaba sobre este enigmático entorno el propio Ghesquière, en lo que era una clara referencia a los viajes interestelares protagonistas de obras de ficción como Stargate.
Poniendo rumbo hacia nuevos horizontes orgánicos
En cuanto a los detalles que en cuanto a diseño mostraron las piezas de esta colección Crucero “hacia las estrellas”, los detalles técnicos de las prendas, los tejidos híbridos de jacquard, los cruces y las combinaciones de acabados y texturas, los bordados brillantes y con efectos especiales, y las ilustraciones, con claras referencias al mundo espacial, los planetas y la luna, eran los elementos responsables de terminar de perfilar el halo futurista que impregna toda la propuesta. Unos aires que terminan de apuntalarse mediante detalles como los procedentes de unos cuellos, capas y puños que parecen venir a hablar de una suerte de reinterpretación de los uniformes espaciales de la tripulación de desconocidas naves estelares, en unas referencias que igualmente se nos muestran claramente en toda la línea de calzado que acompaña la colección, integrada por una gran variedad de botas de media caña.
Junto a este marcado acento “futurista” y técnico que impregna a la totalidad de la colección, es lo orgánico la otra gran fuente de la que se nutre, sin que en ningún caso, y gracias a la maestría de la que vuelve a hacer gala Ghesquière, se muestren como dos notas discordantes, sino al contrario como plenamente acordes y en sintonía la una junto a la otra. Estando en este segundo caso, en el que atañe a las influencias de la propuesta venidas del mundo natural, fácil y claramente identificables las referencias dentro de la colección a las creaciones de los dos maestros españoles a los que ya apuntábamos. Por un lado, con un Cristóbal Balenciaga cuyas capas y vestidos saco y de formas abulbonadas veremos reinterpretados aquí nuevamente por Ghesquière, como resultado de un proceso con el que el diseñador francés termina aproximándose igualmente, no sabemos si de manera intencionada o no, a la obra de ese otro gran maestro español, también admirador de Balenciaga, que es Josep Font. Cuyo característico lenguaje, venido abiertamente del mundo natural y del que supo hacer buena gala durante su etapa al frente de la firma española Delpozo, con esa profusión de mangas abullonadas, líneas orgánicas y fluidas, y fruncidos a imitación de las corolas, encontraremos aquí reconstruido a partir de materiales de apariencia más técnica por la mano de Ghesquière.