Dior, comunión y folclore entre celebraciones a Ucrania

Entre los principales desfiles que se están sucediendo en el marco de esta actual Semana de la Alta Costura de París, pasarela cuyas celebraciones se prolongarán hasta este próximo jueves día 7 de julio, no podíamos dejar pasar la ocasión de entrar a profundizar en los pormenores de la última colección presentada por la casa Dior. Una colección de Alta Costura para la próxima temporada Otoño/Invierno de 2022/2023, diseñada por la creativa italiana Maria Grazia Chiuri desde su condición como directora creativa de todas las líneas femeninas de Dior, y para la que en esta ocasión la diseñadora se ha servido de la colaboración, y de la influencia, de la artista ucraniana Olesia Trofymenko.

Presentada una vez más, y como viene siendo ya tradición, en el marco de un desfile organizado desde un recinto efímero construido en los jardines del Museo Rodin de París, la colección ideada por Chiuri se ha moldeado a partir del concepto del “árbol de la vida”. Representación simbólica que ha terminado así actuando a modo de leitmotiv de la propuesta, siguiendo con el ejemplo de la propia Trofymenko que hace uso del mismo elemento simbólico como eje central de su producción artística. Unas obras que la misma Chiuri tuvo ocasión de descubrir en Roma y de primera mano poco después de que, el pasado 24 de febrero, diera comienzo la invasión del país eslavo por parte del ejército ruso, en un momento que pasaría así a asentar el germen de esta colaboración con la artista ucraniana. Una Trofymenko que además de guiar a Chiuri en su camino para acometer esta reinterpretación, a través de la moda y de la alta costura, del “árbol de la vida”, ha participado igualmente del propio desfile elaborando los murales que, partiendo de esa misma temática, se han encargado de componer la escenografía del desfile.

Una colaboración única con la artista ucraniana Olesia Trofymenko

En relación a esas pulsiones que terminaban alumbrando la concepción de la propuesta, la misma Chiuri las definía como una suma de complejidades en las que han influido de manera decisiva unas circunstancias como las actuales, en las que “el covid aún no ha terminado y hay una guerra en Europa”. “Soy sensible con respecto a todo lo que nos pasa”, explicaba la diseñadora en declaraciones a la agencia de prensa AFP, en lo que se presenta así como la base que la abría terminado por conducir a reinterpretar ese concepto del “árbol de la vida”, en unos términos que contrapone por entero a los del actual clima de enfrentamiento de unos contra otros al que se nos está tratando de empujar tras el estallido de la guerra. Unas pretensiones frente a las que, argumenta Chiuri, “es muy importante permanecer positivos”.

En cuanto ya a lo que respecta a su relación con la artista ucraniana, desde el mismo momento en el que entró en contacto con su producción artística “me llamaron la atención sus imágenes, que muestran un deseo de renacer a pesar de la guerra”, explica la diseñadora italiana. Un mensaje que casaba a la perfección con su búsqueda de algo “con vida” en la que se encontraba la diseñadora para terminar de dar forma a esta colección, tal y como se ha encargado de apuntar por su parte la propia Trofymenko. Quien se ha valido de una serie de fotografías tomadas desde el patio de la casa de campo en la que se refugiaba en Ucrania tras el inicio de la guerra, para componer la serie de murales que, junto a una serie de paneles bordados, han actuado a modo de telón de fondo de la colección.

“Mi primera reacción fue ‘¿sabéis lo que está pasando?’”, apuntaba Trofymenko en lo que se infiere como una contestación reaccionaria de lo que podía entenderse como una respuesta frívola a los horrores de la guerra. “Pero al final”, añade la artista ucraniana de 39 años, “está bien poder mostrar la belleza de la cultura ucraniana”, contraponiéndola así “a las imágenes de los horrores de la guerra” y haciendo prevalecer su fuerza, su autenticidad y su energía, evitando así el que termine ensombrecida a causa de un conflicto impuesto.

El “árbol de la vida” como símbolo de comunión entre los pueblos

Volviendo ya a centrar nuestra mirada en exclusivamente lo que atañe a esta colección de Alta Costura, aquí Chiuri recurre a ese “árbol de la vida” para lograr armar un sólido discurso desde el que se alza en defensa de las manifestaciones folclóricas de las distintas culturas y pueblos, entendiéndolas como, dentro de su innata diversidad, expresiones que se abren a la comunión entre los diferentes, a su conexión, al diálogo y a un permanente cruce de influencias y permeabilidades que repercuten en un beneficio compartido. En esencia, en defensa de ese mismo espíritu de comunión que ha pasado ya a reinar dentro de la industria de la moda, ya no solamente de la mano de estas diferentes colaboraciones emprendidas por firmas que han dejado de entenderse ya como rivales, sino junto a artistas, como la propia Trofymenko y tantos otros, que guardan en su mano la capacidad de alimentar el imaginario creativo de las distintas casas de moda.

“El árbol de la vida está en el corazón del trabajo de la artista ucraniana Olesia Trofymenko”, y se coloca así como “el punto de partida de la colección de alta costura”, entran a detallarnos desde Dior. “La pintura y el bordado”, con lo que encontraremos representado en el marco de esta propuesta, se encargan de dar “una carga emocional a esta imagen que es símbolo de diferentes lejanas culturas y mitologías”. “El árbol de la vida”, añaden, “conecta todas las formas de creación; sostiene el cielo y lo conecta a la tierra a través de sus ramas y raíces”, siendo un “emblema de Olesia Trofymenko” que se encuentra “en consonancia con los códigos estilísticos compartidos por muchos países”. A este respecto, y como se ha encargado de poner bien de manifiesto, especialmente en una colección tan brillante como resultó la colección Crucero de Dior presentada hace escasas semanas en Sevilla, “Maria Grazia Chiuri contempla la moda a través del filtro del arte, explorando este territorio de tradiciones que parecen duraderas y revolucionarias” en el tiempo, al igual que resulta “la alta costura”. Un camino que ha terminado conducción a la diseñadora italiana hasta la ideación de esta colección, compuesta “de una serie de piezas a través de las cuales resuena el ideario imaginativo de diferentes costumbres folclóricas”, inspirando en esa intención “a todas las culturas hacia un diálogo abierto” y hacia una comunión sincera.

Entre mares de plisados y la enésima reinterpretación de la chaqueta Bar

Y avanzado así de lo espiritual a lo profano, nos encontramos con una colección de marcadas líneas étnicas y folclóricas, construida sobre una paleta cromática dominada por tonalidades crudas y neutras, junto a las que destacan acentos en amarillo espiga, rojo amapola, profundos azules, atrevidos nude, sobrios grises y elegantes negros. Espectro cromático de una colección en la que ese mismo principio del “árbol de la vida” termina tomando forma reinterpretado a través de primorosos bordados, mientras estampados en tartán de cuadros y elaborados a partir de la técnica del patchwork, vuelven a incidir en el carácter étnico que prevalece como hilo conductor de toda la propuesta.

A este respecto, y como piezas especialmente a destacar, entre las prendas de la colección encontramos desde túnicas ceremoniales elaboradas con la técnica del patchwork, a un mar de vestidos vaporosos ricamente bordados, al igual de una amplia variedad de faldas y chaquetas. Subrayando en este sentido la presencia de unas gabardinas tan finamente bordadas que se sitúan en el cruce de caminos entre el abrigo y el vestido de noche, o una última reinterpretación de la chaqueta “bar” de Dior. Una de las prendas más trascendentales e icónicas de toda la historia de la moda, que nuevamente Chiuri aquí vuelve a revisitar, para devolvérnosla deconstruida en una serie de diferentes formas, texturas y acabados, que van desde su más fiel representación, en forma de una chaqueta de un plomizo gris piedra de extremos deshilachados, a su evolución como un vestido que trata de erigirse como en una última reinterpretación de la silueta “New Look” de Dior, de cuerpo y falda unidos en un fruncido vertical a modo de tablas que terminan dando forma a un modernizado corpiño.

Además de lo señalado, como piezas clave de la colección también nos encontramos con ese mar de vestidos plisados de enmascarada sencillez. Unas piezas elaboradas en esa misma paleta cromática que sostienen la colección, y que tras su pureza de líneas y de formas llegan a esconder trabajos de hasta dos meses para la confección de un único de los diseños.