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Las zapatillas contra el sistema de los "manteros" de Barcelona

Por AFP

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Barcelona- Lamine Sarr no quería ser "mantero", dice que nadie sueña con pasar horas vendiendo productos falsificados en la calles de Barcelona a escondidas de la policía. Y menos cuando, como él, te has jugado la vida en el mar para llegar a Canarias desde Senegal.

Por eso Lamine ayudó a fundar el Sindicato Popular de Vendedores Ambulantes, que ahora lanza unas zapatillas con las que quieren cambiar las reglas.

"Como siempre vendíamos productos falsificados, teníamos la rabia de crear una marca, crear nuestros propios diseños y nuestra propia ropa", cuenta este senegalés de 38 años desde la tienda que regenta el sindicato en el barrio del Raval de Barcelona.

Las zapatillas -bautizadas Ande Dem, que significa "caminar conjunto" en wolof, la lengua más hablada de Senegal- son el último lanzamiento de Top Manta, la firma de ropa que idearon en 2017, retomando como se conocen popularmente los productos que inmigrantes, principalmente subsaharianos, venden expuestos sobre mantas.

"Cuando creamos la marca, pensamos en sacar las zapatillas. Creíamos que era fácil, pero no teníamos los medios porque empezamos con cinco camisetas", recuerda.

Han sido dos años de trabajo para crear junto a dos artistas locales estas deportivas veganas y sostenibles, que se fabrican en pequeños talleres de calzado de España y Portugal. Cuestan 115 euros (136 dólares) y se presentaron con un impactante video en Instagram, donde el sindicato tiene 63.000 seguidores.

"La vida no es como un anuncio de zapatillas. Sabemos que la carrera tiene trampas", narra una voz femenina en el spot, mientras se reproduce la escena de una persecución policial.

Lamine, que ha vivido muchas -incluso un juicio en el que se pedía su expulsión-, cuenta que es imposible trabajar como ambulante y no tener problemas con la ley.

*Sin turismo*

La gran lucha del sindicato es para sacar a los "manteros" de la calle, a la que muchos se ven condenados porque las leyes migratorias españolas exigen, entre otros requisitos, una estancia de tres años en el país y un contrato laboral de un año para obtener la residencia legal.

"¿Cómo puedo estar en un sitio tres años sin hacer nada? No lo podía creer", lamenta Lamine, quien no le contó a su familia, de una zona rural de Senegal, que pensaba marcharse a Europa. Tras una travesía de una semana en el mar, en 2006 llegó a Fuerteventura y pasó por varias ciudades hasta instalarse en Barcelona.

Consiguió dejar de vender en la calle hace dos años, como otros 120 exmanteros a los que el Sindicato ha ayudado a regularizar su situación.

Actualmente hay unos cien vendedores trabajando en Barcelona, según cálculos del Ayuntamiento, lejos de los casi 700 antes de la pandemia, y de las cifras mucho mayores que denuncian algunos comerciantes.

Dejar la calle

La desaparición de los turistas acabó con el trabajo de Oumy Manga, que llevaba cinco años como "mantera".

Vestida con un colorido turbante a juego con su vestido, Oumy se concentra en la confección de una camiseta en el taller de Top Manta, donde la música africana se entrelaza con el sonido de las máquinas de coser. Allí está acabando ahora un curso de confección, y otro de español y catalán.

"No me gusta vender, por eso estamos aquí, aprendiendo cosas para no volver a la calle", cuenta esta joven de 32 años, que también colaboró en la producción de mascarillas y material médico durante la pandemia.

El bajo donde funciona este taller en el que trabajan 25 personas, a unas calles de la tienda, lo consiguieron en colaboración con el ayuntamiento, que apoya algunas iniciativas del Sindicato.

"El problema estructural viene por unos flujos migratorios y una ley de Extranjería que no es realista, y al final somos las ciudades las que tenemos que acabar gestionando la situación de una ley que nosotros no podemos cambiar", lamenta Álvaro Porro, comisionado de Economía Social del Ayuntamiento de Barcelona.

Hacia el futuro

Si hubiera imaginado lo que le esperaba, Oumy no se hubiera aventurado al mar desde Senegal hacia Canarias, sin hablar español y con el único contacto de una tía en Barcelona.

"Siempre lo pienso. Si lo hubiera sabido, no hubiera venido. Es muy complicado estar aquí como cinco años sin papeles, sin trabajo", relata bajando la voz.

Todavía en situación irregular, espera comenzar a remontar ahora que cuenta con una nueva aliada, la máquina de coser.

"Me gustaría seguir cosiendo, es mi profesión", asegura con el sueño de poder crear un día su propia colección.

De momento, parece que hay futuro para Top Manta: tras la buena acogida de las primeras 400 zapatillas, ya preparan un nuevo pedido.(AFP)

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