La trazabilidad de las prendas de ropa ¿Una utopía?
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Las prendas que usamos y consumimos todos los días tienen una historia. Comienza con una idea a la que le sigue el diseño, corte, confección, embalaje y distribución. Esta es la cadena de producción y es el esqueleto de la industria de la moda. Hasta aquí todo bien. Sin embargo, el ritmo acelerado de producción propiciado desde hace unos años por el fast-fashion, ha posibilitado la creación de inmensas cadenas de producción que realmente hacen muy complicado saber quién y cómo se han realizado esas prendas que luego adquirimos en el stand de la tienda más trendy.
En el artículo de hoy analizamos, cuál es la realidad que se esconde detrás de nuestras prendas y si es o no realmente posible conseguir una mayor transparencia en la cadena de producción de la moda.
Cadenas de producción interminables
Según Good On You, desde hace 30 años esta cadena que elabora textiles, calzado y ropa emplea a unos 60 millones de personas alrededor del mundo. Los principales productores son India, Bangladesh, China, Pakistán, Uzbekistán, Thailandia y Egipto, tal como explica El Centro de Investigación de Corporaciones Multinacionales (SOMO). Para estos países en vías de desarrollo, las industrias textiles y de maquila parecían ser la solución al desempleo uno de los problemas más grandes que impide el crecimiento de la economía. Sin embargo según la Organización Internacional del Trabajo (OIT) ha sido todo lo contrario ya que se estima hay unas 21 millones de personas trabajando en estas industrias en condiciones de esclavitud. Muchos son niños y mujeres en estado vulnerable que solo ganan unos cuantos dólares al día pero que trabajan en turnos de 14 a 16 horas donde sufren de maltratos físicos, posibles problemas de salud, cansancio y malnutrición.
Por otra parte también la industria está manchada por su incumplimiento de normativas medioambientales causando contaminación de agua, tierras y aire. Según un estudio de la WWF, la industria textil usa 378 billones de litros de agua al año para procesar y teñir ropa; 8 mil químicos sintéticos se liberan en ríos y océanos que sirven como suministro de agua para ciudades y sembradíos. Incluso el algodón, uno de los materiales menos dañinos, hace uso de pesticidas para cuidar los cultivos lo afecta directamente la biodiversidad de la zona.
Después de ver todos los problemas que implica la industria de la moda, de ver cómo arriesgan la vida miles de personas por hacer un suéter que ellos nunca podrían usar, ¿Cómo es posible que las compañías no se hayan responsabilizado de ello? Ahora algunas empresas lo hacen, después de la tragedia de Rana Plaza en 2013.
Una bomba de tiempo
El 24 de abril de 2013 una fábrica de Bangladesh colapsó. En este accidente murieron 1,100 personas y docenas resultaron heridas de gravedad. El edificio estaba construido en malas condiciones que en definitiva no garantizaban seguridad a los trabajadores; habían más pisos de los permitidos y cada uno de ellos soportaba un peso mucho mayor al estimado debido a la cantidad de máquinas y personas. A pesar que este tipo de calamidades iniciaron desde el 2005 con el colapso de Spectrum Factory, desde 2013 con Rana Plaza podemos trazar una línea entre el antes y después en cuanto a los esfuerzos por una producción ética y transparente.
Rana Plaza elaboraba ropa para marcas importantes de Europa y Norteamérica. Todas estas marcas estuvieron en el ojo del huracán sin saber exactamente cómo habían llegado hasta él. El problema era claro, muchas de estas empresas productoras subcontratan otras pequeñas compañías para realizar los trabajos de corte y confección y es ahí donde surge la esclavitud dentro de la industria. Sofía Oova, coordinadora global de Stop Child Labour explica este problema: “compañías que venden sus productos en Europa y Estados Unidos no tienen idea de donde provienen sus textiles. Quizás conocen al proveedor inmediato que cumple todas las legalidades pero en los niveles inferiores de la cadena es más difícil entender de donde proviene el algodón”, por ejemplo.
Después de Rana Plaza no solo las compañías se comprometieron y comenzaron a velar por la transparencia y trazabilidad de prendas; también surgieron organizaciones que exigen condiciones seguras y éticas para los empleados. Sin embargo, en la industria siempre hay tropiezos, entre ellos - y en los últimos años- el caso más controvertido ha sido el del grupo Inditex, dueña de Zara, Pull&Bear, Massimo Dutti, Bershka, Stradivarius y otros. Zara ha sido acusada de trabajo esclavo en sus fábricas de Brasil y Argentina (2011 y 2013) e incluso se han encontrado en las etiquetas de sus prendas mensajes de trabajadores pidiendo sus pagos salariales. Inditex respondió en unos casos comprometiéndose a verificar a fondo sus propias cadenas de producción al trabajar en conjunto con los diferentes ministerios de trabajo en ambos países. Sin embargo, sobre el caso de pago aún no se tiene respuesta.
Entonces ¿es posible la transparencia y trazabilidad de las prendas?
En los últimos años y con los últimos sucesos, diferentes organizaciones han surgido como respuesta a esta problemática. Una de ellas es Fashion Revolution que a través del movimiento #IMadeYourClothes (Yo hice tu ropa) está dando visibilidad a las personas que trabajan en la larga y extenuante cadena de producción. La organización también está logrando que más y más marcas reconozcan y tengan monitoreados a sus productores, entre estas marcas están Zara, Fat Face, Massimo Dutti, Pull and Bear, G Star Raw, Marks and Spencer, Marimekko and Gildan y otras 2000 firmas. Sin embargo, de todos los puntos para lograr transparencia y trabajo justo (250 puntos) Fashion Revolution encontró que hasta las marcas más comprometidas hasta el momento solo han cumplido un aproximado de 49 puntos que representa un 20 por ciento de los compromisos cumplidos. Y es que, muchas marcas reportan sobre sus políticas pero pocas impactan lo suficiente en la cadena.
Otro movimiento importante es la campaña de Clean Clothing Campaign que hace presión a compañías y gobiernos donde hay productores para que tengan condiciones de trabajo dignas y que conozcan sus derechos. Ellos están pidiendo que marcas como Forever 21, Urban Outfitters, Walmart, Primark y Armani se comprometan a firmar un tratado de transparencia para tratar éticamente a sus trabajadores subcontratados; para que estas marcas se interesen por esas personas que hacen posible que sus prendas se realicen y lleguen a las tiendas.
Finalmente, por el lado medioambiental también se han creado muchos movimientos que quieren garantizar una industria de la moda más sostenible. Por ejemplo, está Rainforest Action Network que lanzó su campaña Out of Fashion en 2015 donde lograron que unas 100 marcas (entre ellas Ralph Lauren, Victoria’s Secret y Abercrombie & Fitch) se comprometieran a usar menos rayón y viscosa. Además a este movimiento y después de algunas crisis Levi’s comenzó a elaborar jeans que evitan desperdicio de agua; Pharrell Williams trabajó junto a G-Star para crear tela a partir de desechos plásticos del océano; H&M ha sacado su línea sostenible Arket que explica de donde provienen las prendas y los materiales utilizados.
Hasta el momento hay muchos que se interesan por hacer de la cadena de producción de la moda algo más transparente logrando - aunque sea bajo presión- que muchas marcas se comprometan poco a poco a ayudar a sus trabajadores y a cuidar el medioambiente. Sin duda alguna, el cambio a una industria sostenible se dará eventualmente. Se requiere de esfuerzo y presión de los consumidores para que las marcas necesiten ser sostenibles. Si seguimos comprando sin cuestionar, sin fijarnos en las etiquetas, la industria seguirá igual. Se necesitan consumidores conscientes, marcas responsables, trabajadores sabedores de sus derechos e incluso creativos visionarios que puedan innovar y crear prendas grandiosas, prácticas y durables que no generen desperdicio y usen materiales reciclables que restauren la reputación de las marcas.
Fotos: Wikimedia Commons, Fashion Revolution, Clean Clothes Campaign Facebook, Greenpeace website.