Una marca de lencería "Made in America" amenazada por los aranceles de Trump
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Los Ángeles (Estados Unidos) - Después de años en talleres clandestinos en California, Francisco Tzul logró ser contratado por una marca de lencería ética "Made in America". Pero el obrero teme ahora perder su trabajo debido a los aranceles de Donald Trump.
Desde su regreso al poder, el nuevo presidente estadounidense ha lanzado una ofensiva proteccionista y desatado una guerra comercial con China. Según el republicano, esta es, a largo plazo, la mejor manera de repatriar la producción industrial a Estados Unidos.
Pero para la marca Cantiq, que fabrica lencería en Los Ángeles a partir de tejidos, a menudo provenientes de Asia, los impuestos adicionales para importar las telas son sinónimo de quebraderos de cabeza presupuestarios y posibles despidos.
"Va a perjudicar la economía, no solo a los empresarios, sino también a los trabajadores", teme Francisco Tzul, empleado desde cinco años por la marca. "Estoy perdiendo por todos lados", confirma su jefa, Chelsea Hughes. "Fabrico mis productos en Estados Unidos desde 10 años, pero nunca he recibido nada del gobierno, ni siquiera una pequeña nota para agradecerme mantener mi producción aquí".
"Ahora, me van a complicar aún más la tarea para conservar los empleos de la gente que trabaja aquí y mantener toda mi producción aquí", añade, en su boutique del moderno barrio de Echo Park.
Uno de sus artículos más populares es un tanga unisex - un tipo de prenda interior - actualmente comercializado por 35 dólares. La confección de esta pieza requiere tres tejidos diferentes: dos importados de China, y uno de Taiwán.
Ahora bien, las importaciones procedentes de China están gravadas con un 145 por ciento cuando llegan a Estados Unidos. Ante este sobrecoste explosivo, Hughes confiesa no haber tenido aún el coraje de calcular el impacto en su marca.
"Imposible"
"Todo el mundo va a sufrir, la cuestión es solo saber hasta qué punto", suspira. La jefa de empresa de 35 años ni siquiera está segura de poder seguir vendiendo algunas piezas de lencería, que probablemente serían demasiado caras para su clientela si aumentara sus precios para absorber los aranceles.
Y las alternativas para abastecerse en Estados Unidos no son viables: los tejidos que utiliza son hasta doce veces más caros en América.
"Cuando se trata de producir tejidos elásticos como el encaje o el punto, nadie aquí lo hace de manera tan rentable como en el extranjero", constata Hughes. Más allá de sus márgenes, la comerciante se preocupa de ver cuestionado su compromiso de favorecer el empleo local. "Todo lo que quería era (...) crear empleos de manera ética, y ahora, me ponen la tarea imposible", lamenta. "Necesito programas que me apoyen financieramente, si no voy a tener que reducir mi plantilla, lo que es contrario a lo que dicen querer hacer", añade.
En el taller de la marca, Francisco Tzul se resigna a esperar una calma o un paso atrás. "No queremos algo que pueda cambiar radicalmente la economía", explica el obrero de 60 años, venido de Guatemala hace dos décadas.
En América Latina, "millones de nosotros hemos abandonado nuestro país, porque las decisiones tomadas por los gobiernos, en lugar de ayudar a la gente, han destruido la economía", recuerda. "No queremos que eso ocurra en Estados Unidos".
Este artículo fue originalmente publicado en otro idioma dentro de la red internacional de FashionUnited y después traducido al español usando una herramienta de inteligencia artificial.
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